viernes, 10 de abril de 2009

Ministerio del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias

Miguel Ángel Pérez Pirela

“Esa es una de las señales del subdesarrollo: incapacidad para relacionar las cosas, para acumular experiencia y desarrollarse.¨
E. Desnoes, Memorias del Subdesarrollo, Cuba, 1965.


¿Por qué cuando nuestros niños necesitan ser vacunados, la mayoría de los insumos tenemos que importarlos? ¿Por qué gran parte de los productos e insumos farmacéuticos vienen del extranjero? ¿Cuál es el motivo que nos lleva a importar gran parte de los productos elaborados con nuestras materias primas? ¿Quién nos explica la razón por la cual incluso la adquisición de las piezas de nuestros equipos militares no nos la quiere vender quien las construyó?
La razón principal, la única, la insoslayable, tiene que ver con la ciencia, tecnología e innovación. Si un país nos vende conocimiento hecho producto es porque cien, cincuenta o treinta años antes realizó investigaciones científico-tecnológicas que le permitieron concebir, producir y exportar el mismo. Todo ello nos muestra que, contrariamente a lo que suele pensarse, no hay nada más cotidiano, más soberano y más estratégico que la ciencia, la tecnología y la innovación.
El tema de la CTI no es entonces un tema secundario en la agenda política nacional, ni mucho menos un tópico que no posea una relación directa con las decisiones y voluntades del Gobierno. Es más, la gestión de la CTI hoy día es una de las variantes más importantes que nos permite interpretar la intensidad de la profundización en los procesos de cambio que vive el país.
No hay proceso de transformación verdadero sin un trabajo arduo en CTI. En otras palabras, no hay soberanía sin CTI, porque sin ésta no habría creación de ese conocimiento que precisamente nos exime de comprar otros conocimientos concebidos, patentados y puestos en práctica fuera de las fronteras de nuestra Patria.
Si somos dependientes de aquellos que producen conocimiento, lo vuelven industria y lo exportan, el día en el cual nuestro suplidor decida no vendernos conocimiento, simplemente, nos quedaremos sin él. Sin investigación en CTI, seguiremos dependiendo de otros para aspectos tan relevantes como la salud, la alimentación, la energía, y hasta nuestra propia seguridad y defensa nacional…
Es por ello que uno de los esfuerzos políticos capitales en los últimos 10 años, no ha sido sólo la creación de un Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias, sino más aún las importantes cantidades de talento humano y sumas invertidas en investigaciones científicas, a través de proyectos relevantes como Misión Ciencia, Cuba Venezuela, aportes LOCTI y diferentes proyectos gran nacionales en curso. Sin hablar del lugar preponderante que ocupa el tema de la CTI en nuestra Carta Magna.
Parece entonces que la mesa está servida para comenzar a ver productos tangibles derivados de la CTI venezolana. Se nos imponen por ello nuevos retos para lograr gerenciar de la manera más eficiente posible todos los medios humanos y materiales invertidos hasta ahora. Ello implica criterios de planificación y continuidad progresiva, sin los cuales no podemos ser de ninguna manera una potencia mediana mundial en términos de CTI.
Es más, ni siquiera una potencia, ni mediana, ni regional, porque lo que diremos a continuación debe quedar claro: existen “países desarrollados” con sistemas de CTI subdesarrollados en lo que respecta su impacto social. Pero también podrían existir “países subdesarrollados” con sistemas nacionales de CTI desarrollados en lo concerniente al impacto social que tienen en sus pueblos.
¿Podría ser éste el caso de Venezuela a corto o mediano plazo?