martes, 24 de febrero de 2009

Venezuela: ganó la izquierda, cobró la derecha


Miguel Ángel Pérez Pirela
(Publicado en El Nacional - "Cayendo y Corriendo" Diario VEA)

La reacción de la derecha frente a la derrota de las elecciones del pasado 15 de febrero fue por lo demás astuta. Consistió en hacer ver los votos obtenidos como una suerte de “triunfo parcial”, que le permitía darse el lujo de exigir. A esta postura le siguieron inmediatamente las reacciones de algunos voceros de la izquierda revolucionaria, quienes no dudaron en llamar a establecer “puentes” de negociación con quienes, hasta entonces, creíamos perdedores por casi 10% de diferencia.
Al parecer la derecha al perder, ganó.
Mucho tuvo que ver en todo esto el más que conocido argumento de la “gobernabilidad”, la testaruda esperanza de “recuperar sectores” de la derecha venezolana y la “salvación de la crisis financiera mundial”. Según esta postura, para lograr dichos fines se debe concertar con los empresarios, banqueros, medios de comunicación, en fin, con la alta burguesía.
Se olvida así que las causas de la debacle financiera mundial son estructurales, propias del modelo capitalista, y por lo cual, su solución no puede ser de ningún modo coyuntural, ni mucho menos liberal. Lo mismo puede ser dicho del fenómeno de la gobernabilidad, y más aún, de la derecha irrestricta venezolana.
De igual modo se olvida que la derecha en Suramérica nos tiene acostumbrados a dos métodos que resuelven, sin más, el problema de la revolución: la primera vía es matando a la izquierda. La segunda, es comprándola. La primera convierte a los revolucionarios en mártires. La segunda, en neoliberales conversos.
Seguir hablando de negociaciones, después de una furibunda campaña de la derecha y de un triunfo como el obtenido, se convierte por ello en la oportunidad para cristalizar el sueño de la derecha latinoamericana actual: convertir la revolución venezolana en socialdemocracia.
De hecho, cuando analizamos las campañas electorales de la derecha y de la izquierda en Venezuela, en vista de la contienda electoral del 15 de febrero de 2009, nos damos cuenta de un fenómeno digno de atención: nos encontramos en medio de una guerra simbólica en la cual la derecha y la izquierda se pelean por acaparar el centro (que acaso ni siquiera existe como tal).
Lo que resulta de esa pelea (que es electoral) es que precisamente la izquierda revolucionaria tiende a eternizarse en la conquista por el centro, incluso ganando las elecciones. Parece entonces empecinarse la revolución en seducir a un centro, que nada tiene que ver con la ideología revolucionaria y, por lo tanto, en lugar de aportarle, le quita.
De ahí entonces el surgimiento de esos peligroso “puentes” que se le tienden, nada más y nada menos, que a la derecha que protagonizó una violenta campaña fundada en, lo que el mismo Chávez llamó, “la mentira contra la verdad”. Campaña que además fue financiada por la oligarquía venezolana y los Estados Unidos de América.
Cuidado entonces con los benditos puentes y llamados a efímeros diálogos, de una parte y la otra que, en el fondo, se parecen mucho, pero mucho, a pactos que por ser tácitos son aún más peligrosos.
En fin, mientras el socialismo, y los socialistas, se juegan la piel cotidianamente, la derecha juega al cómodo ganar-ganar. Si gana la derecha, arremete sin pudor alguno contra la izquierda como en el caso de Táchira y Miranda. Si pierde, también gana, pues en nombre de la gobernabilidad, incluso los socialistas, llaman al diálogo y la negociación.
Que raro suena todo esto: el socialismo cuando más tiene que aprovechar del triunfo para la profundización de un proyecto revolucionario, vuelve su vista hacia el centro y, con él, a una especie de socialdemocracia progresista. Socialdemocracia que cierto, podría ser buena. Pero no es revolución.
No olvidemos que se puede terminar como se comenzó, es decir, con la “Tercera vía”.

lunes, 16 de febrero de 2009

2012: ¿llegada o partida?


Referendum 15F Venezuela
Miguel Á. Pérez Pirela
(Publicado en "Cayendo y Corriendo", Diario VEA)

Ahora sí. Llegó el momento de tomar aire, de analizar el país todo entero. Ya no más desde la lógica y el frenesí electoral que, aunque necesario, es efímero.
No se quiere decir con ello que las quince citas electorales venezolanas en diez años no sean importantes, o no lo hayan sido. Gracias a ellas nos hemos consolidado como una de las democracias paradigmáticas en el planeta.
Lo que se quiere expresar es precisamente la pertinencia del tiempo: hay tiempo para campañas, pero también tiempo para administrar, tiempo para apoyar y tiempo para criticar, tiempo para actuar y tiempo para pensar.
Nos toca ahora a los venezolanos un justo y necesario tiempo para el discernimiento. Tiempo para preguntarnos hacia dónde vamos, y escoger el mejor método para cumplir nuestra misión. Tiempo para replantear el rumbo y la forma cómo lo afrontamos. Tiempo para mirar con la calma del pensamiento el contexto sociopolítico. Comprenderlo, aferrarlo como algo nuestro y, en cuanto tal, modificable, mejorable, perfectible.
Dicho de manera más cruda: no hay tiempo ahora para chantajes electorales que propician los enemigos de las críticas internas. Lo que se tiene que decir, debe ser dicho. Lo que se tiene que criticar, debemos criticarlo. Lo que se debe cambiar, tenemos que cambiarlo. No hay más excusas: es el momento de evaluar lo que tenga que ser evaluado y actuar en consecuencia.
No se le puede dar más carta blanca a una parte golpista de la derecha que sigue en sus planes desestabilizadores, a ciertos medios privados que engañan sin recato alguno, al sector privado de la salud y los seguros que acumulan riquezas con la vida de la gente, a terratenientes que nos hacen dependientes en términos de alimentación... Pero tampoco podemos tolerar la corrupción de funcionarios públicos, la carencia del Estado en zonas y ámbitos primordiales para los venezolanos, mientras al mismo tiempo subvenciona clínicas, seguros y medios de comunicación privados.
Ya pasó el referéndum. Es momento –cierto– de discernimiento, pero también de apelar definitivamente a las leyes de nuestro Estado venezolano y, más aún, de hacerlas cumplir. Hay que decirlo: la impunidad mantiene viva la Cuarta República.
Si no tomamos el post 15 de febrero como el comienzo de una profunda acción refundadora, estaríamos nosotros perennizando ese chantaje, bien construido, según el cual “no es el momento de críticas internas, pues hay que defenderse del adversario”. La dogmatización de dicha actitud denota una identidad reaccionaria dentro de las filas del socialismo.
Tenemos citas pendientes con el pueblo venezolano. Afrontar de lleno, por ejemplo, el tema de la inseguridad no es ahora una lujosa decisión, sino una cruda y necesaria realidad. No se le debe temer a la inseguridad como fenómeno, pero tampoco como tema de discusión desde el socialismo bolivariano. De lo contrario la derecha lo monopolizará.
Surja pues, y por fin, ese nuevo Estado venezolano como garante indiscutible de la Constitución, reestructurando, en fin, sus caducas estructuras.
La Constitución del 99 llegó para refundar el Estado ¿Realmente lo logró? Lo cierto es que tenemos el 2012 como horizonte para “tener lo que teníamos que tener”, como dijo Guillén. Para ir más allá de la coyuntura electoral, y cristalizar el único real proyecto de país existente en Venezuela: el socialista.
El 2012 nos mira lejano y, ahora sí, no tenemos más excusas para hacerlo nuestro, para demostrar que dicha fecha no es un punto de llegada, sino de impulso para lo que viene.
Claro está, siempre y cuando, desde ahora, lo hagamos mejor. Mucho mejor.

lunes, 9 de febrero de 2009

Taima, Taima, Taima

(Publicado en: Diario VEA, El Nacional)
Miguel Ángel Pérez Pirela


¿Estaba jugando el presidente del Federación de Centros Universitarios de la UCV cuando en medio, justo en medio, de los enfrentamientos con las fuerzas del orden público pidió “taima”?
El sentido del juego es la creación de una realidad paralela, o más bien, alternativa, con todo lo que ello implica.
La primera implicación es la que tiene que ver con los límites: el juego funciona dentro de las fronteras establecidas para el desenvolvimiento del mismo.
De aquí surge el segundo aspecto: del juego derivan unas reglas, normas o leyes que sólo son válidas dentro de sus fronteras.
Dos elementos fundamentales enmarcan entonces el fenómeno del juego: realidad paralela y reglas que la estructuran. El juego, de por sí, no implica nada de peligroso siempre y cuando el mismo se circunscriba a los dos elementos antes mencionados.
El problema está cuando aquellos que están jugando toman toda la realidad como campo de juego y todos sus integrantes como potenciales jugadores.
Tal es el caso del curioso fenómeno que todos lo venezolanos presenciamos al ver al presidente de la FCU-UCV gritar en medio de un enfrentamiento propiciado por él mismo con las fuerzas del orden: ¡taima, taima, taima! Este hecho despertó en todos los venezolanos una preocupante intuición: los estudiantes opositores están simplemente jugando.
En otras palabras, mientras se cierra el tráfico y se deja a trabajadores durante horas en sus vehículos, mientras se queman montañas, mientras se hieren personas, mientras se destruyen bienes públicos… los estudiantes piden taima en medio del caos causado.
¿Podrían acaso pedir taima los ciudadanos en las colas, las montañas quemadas, las personas heridas o los bienes públicos destruidos?
La respuesta es simplemente NO.
Lo que quiere decir que sólo existe una parte minoritaria de los venezolanos que están jugando, y lo que es peor, que toman al resto del país como integrantes de su juego, muy a pesar de estos últimos.
Los estudiantes opositores creen vivir en un juego cuyo campo comprende las fronteras de nuestro país, y cuyos integrantes parecen ser, según ellos, todo lo natural y humano que dentro de las mismas se encuentre.
Evidentemente esta actitud “juguetona” de una parte de la alta burguesía estudiantil tiene que ver con una mentalidad transmitida de padres a hijos, según la cual toda posible irresponsabilidad ciudadana es rematada con el pago a los afectados o a las autoridades correspondientes.
Según esta (anti)cultura de sectores minoritarios venezolanos, sus hijos y los hijos de sus hijos, pueden permitirse el lujo de convertir al país entero en su propio campo de juego, pues poseen, o creen poseer, ese seguro de vida ilimitado que es su estatus económico. Claro está, dicha lógica sería simplemente neutralizada si se recuerda que “un país que no se vende, nadie lo podrá comprar”.
Una aclaratoria por ende se hace necesaria: Lo que para unos pocos es un campo de juego con leyes perversas, para otros muchos, que por cierto son mayoría, es un territorio soberano enmarcado en las leyes de una constitución democrática.
Al fin y al cabo jugar no está mal, mientras que no sea con fuego.

lunes, 2 de febrero de 2009

La Filosofía Política de la Iguana

Se inaugura en VEA: “Cayendo y corriendo”
(Publicado en: Diario VEA, El Nacional)

Miguel Ángel Pérez Pirela
La filosofía política de la iguana no fue precisamente planteada ni por Platón, ni por Maquiavelo, ni siquiera por Cartesio o Foucault. Esta filosofía nace de lo más íntimo y profundo de una parte del pueblo que, citando la inteligencia desproporcionada de las iguanas, les recuerdan cotidianamente: “Cayendo y corriendo, como las iguanas”.
El tiempo, ese tiempo veloz, desenfrenado, despeinado, que caracteriza los tiempos modernos, y hasta los posmodernos, no nos deja posibilidades para caer y quedarnos anclados en el lugar caído, en la caída. Hoy día, y acaso siempre, la caída debe servir sólo para coger impulso en la súbita levantada e inminente partida.
Si la caída no fue nada intencional, e incluso fue una mala caída de esas que duelen, la filosofía de las iguanas se hace todavía más necesaria. Cayendo y corriendo, como las iguana: el correr es la muestra que no hay tiempos para derrotismos, lamentaciones o pesimismos, no. Cayendo y corriendo.
Véase que de ningún modo se plantea en la filosofía de las iguanas un cayendo y levantándose, no. De lo que se trata aquí es de tomar como feliz excusa la caída para surgir todavía con más impetud, predominancia.
Es claro entonces lo filosófico de la afirmación, o al menos, podría serlo. Lo que resulta más complejo, y a la vez paradójico, es el porqué del componente político de esta filosofía, o en otras palabras, su esencia de filosofía política de la iguana, así como la presentamos aquí.
Y es que no hay nada más político que las iguanas. Aún más en tiempos de revolución. En tiempos como estos hay que vivir cayendo y corriendo, pisando suelo y siguiendo, tocando fondo y surgiendo. Como dice Alí Primera: “no es tiempo de recular, ni de vivir de leyendas”.
Por ello algo hay de evolución en el cayendo y corriendo de las iguanas, e incluso algo de revolución. De ahí aquella afirmación de la iguanas rojas según la cual toda revolución tiene una “R” de más, aunque dicha “R” la escribamos al revés.
Revolución que no caiga e inmediatamente corra, no es revolución por el simple motivo que no es tampoco evolución. Y son precisamente las iguanas, animales prehistóricos, que nos lo demuestran con su cayendo y corriendo. Revolución que no caiga y corra a la vez, tendrá el mismo destino de aquellos amores cobardes de Silvio Rodriguez que “no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.
Si algo nos enseña la filosofía política de las iguanas es precisamente su carácter evolucionario. Carácter sin el cual ni una r, ni dos, ni tres, ni mil, podrá exorcizarnos del inminente destino de ser conservadores.
Iguana que no caiga y corra, se queda ahí, en el lugar de su caída, aplastada, desorbitada, conservada para siempre jamás. Iguana que no caiga y salga corriendo hacia delante será entonces una iguana conservadora, es decir, una iguana involucionada, involucionaria, con todo lo que esto implica…
Cada lunes el Diario VEA tendrá entre sus páginas una columna que hemos querido llamar “cayendo y corriendo”. Aunque así parezca, no se trata de un espacio de zoología, ni tampoco de medicina tropical, no es un espacio deportivo, ni de teoría clásica de la evolución.
“Cayendo y corriendo” analizará simplemente con la lentitud y profundidad del pensamiento, la rapidez y superficialidad de la realidad, para contribuir semanalmente con ese sabroso arroz con mango que llamamos Revolución.