martes, 6 de diciembre de 2011

¡CELAC, CELAC, CELACALAN!

Miguel Ángel Pérez Pirela
(Columna Cayendo y Corriendo)

Mientras escribo para ustedes esta columna, veo algo que sinceramente supera con creces mis más optimistas sueños: el nacimiento de la CELAC.
Observé emocionado a los 33 representantes de Latinoamérica y el Caribe ser llamados hasta la tarima de un Teatro Teresa Carreño y ser recibidos y abrazados con efusividad por el Presidente Hugo Chávez.
Presencié conversaciones de altura, constructivas, entre jefes de Estado y Gobierno en Tiuna El Fuerte. Vi en tiempo real cómo se ponían de acuerdo, cómo se moldeaba la integración, cómo se caminaba hacia una unión “nuestroamericana”.
Sobre todo pude percibir a un Presidente Chávez que, ahora sí, entró en la historia mundial a través de la cristalización de la CELAC. Sueño que, hay que decirlo, desgraciadamente no pudieron concretar y ni siquiera ver otros grandes líderes latinoamericanos del pasado.
Sin complejos lo digo: Chávez logró colocar la primera piedra fundacional de la CELAC que es lo más cercano que conozco al proyecto unionista del Libertador.
Frente a este rol protagónico de Chávez, sus opositores se vieron pitufos, enanos, minúsculos. Por cierto, perdieron una de las oportunidades de su vida: apoyar este proceso de integración Latinoamericana por antonomasia.
La MUD convirtió en fracaso lo que hubiera podido ser un triunfo para ella, (digo) en tanto que oposición “venezolana”. El triunfo de la CELAC es sin duda alguna, el triunfo de todos los venezolanos (independientemente de sus posturas políticas) y, por cierto, de todos los latinoamericanos.
La pregunta es entonces: ¿Los intereses de la MUD son los intereses de Venezuela y de Latinoamérica?
La semana pasada vi con mucha tristeza cómo la oposición venezolana trató de borrar este hecho histórico en sus medios privados. Pero lo que es peor, la MUD trató incluso de boicotear la CELAC con pancartas en puentes o cacerolazos con ollas Made in USA o, incluso, reuniones con Uribe en Bogota.
Pues algo quedó claro: no hay cacerola gringa que pueda silenciar las voces de la unión Latinoamericana y del Caribe, de Nuestramérica, de la Patria Grande.
La CELAC es la posibilidad misma de una Latinoamérica con un rol autónomo y soberano en este siglo XXI.
De hecho, no podemos afrontar el tercer milenio separados. Y esta frase mía no es un lugar común: vean el ejemplo de Libia a quien la OTAN la descubrió sola, sin una verdadera estructura de integración, sin aliados leales, sin unión.
A ningún país de Latinoamérica, ni la OTAN, ni USA, ni la Unión Europea, puede encontrarlo separado, pues la separación es una puerta abierta para las agresiones económicas, diplomáticas y militares contra nosotros.
Si entendemos esto, comprenderemos entonces la obstinación de la MUD porque la CELAC fuese un fracaso, o al menos, fuese desconocida por los venezolanos, pasase por debajo de la mesa (¿de la unidad?).
La MUD demostró la semana pasada estar más cerca de los intereses del norte, que de las necesidades, esperanzas y desafío de nosotros los latinoamericanos.
La conclusión de este artículo se las digo pues por la calle del medio: ¡CELAC, CELAC, CELACALAN! Y ello lo planteo porque tengo la impresión que, ahora sí, existe toda la intención por parte de los Latinoamericanos y caribeños de finalmente, y después de 200 años, unirse.