martes, 8 de abril de 2008

La lógica “ahívienelobista”

Falsas amenazas sobre Venezuela

Miguel Ángel Pérez Pirela

¡Ahí viene el lobo!, ¡Ahí viene el lobo feroz! Éste es precisamente el grito que hemos escuchado tanto nacional como internacionalmente los venezolanos. Amenaza que hemos estado todos esperando con un miedo que casi ha durado un decenio. ¡Ahí viene el lobo!, ¡ahí viene la dictadura!, ¡ahí viene el dictador Chávez! Déspota que dentro de muy poco instaurará un régimen “castro-comunista” sin libertad de expresión, sin propiedad privada, sin libertades cívicas, etc.
¡Ahí viene el lobo! se siguió gritando en los diez comicios electorales celebrados durante un poco menos de nueve años. Cada vez que terminaba uno de dichos comicios con el triunfo del chavismo, el lobo que estaba por venir se transfiguraba entonces en fraude: ¡ahí viene el fraude! y todos los venezolanos con una paciencia, que ni siquiera nosotros mismos sabíamos que teníamos, seguimos esperando al lobo, seguíamos esperando el fraude. Las pruebas prometidas de dichos fraudes no llegaron en ese momento, no llegaron ahora, no llegarán nunca.
¡Ahí viene el lobo! se vociferó inmoralmente una vez que, después de una plural Constituyente, en 1999 se aprobó la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. De hecho, esos que hoy se oponen a la reforma a la Constitución planteada por el Presidente Chávez, esos mismos que el 2 de diciembre ganaron al decir “no” a la reforma de dicha Carta Magna, fueron los mismos que despotricaron y mal dijeron de la Constitución de 1999. ¡Ahí viene el lobo!, ¡Ahí viene la dictadura a través de dicha Constitución dijeron entonces! El lobo tampoco llegó.
Pero la amenaza del lobo no solamente se inscribía en el universo de los comicios electorales. Dicha amenaza se vio reflejada en todos los ámbitos de la construcción popular del socialismo que a partir de 1999, con la elección de Hugo Chávez, se decidió construir en el país. Escuchamos también ¡ahí viene el lobo! justo después del golpe de estado del 11 de abril del 2002. Una vez que el Presidente Chávez retomo el hilo constitucional, apoyado por el pueblo en la calle, la oposición golpista gritó ¡ahí viene el lobo! Según esta amenaza el gobierno Bolivariano habría de tomar duras represalias, quitar libertades, instaurar finalmente su dictadura. También en ese caso el lobo no llegó: ese Presidente que apenas había sufrido un golpe de estado llamó el mismo 13 de abril a la paz, la unidad, la tolerancia.
También se ha amenazado con la llegada de dicho lobo al momento de discutirse y aprobarse democráticamente leyes transcendentales para el destino venezolano. ¡Ahí viene el lobo! se gritó cuando fue aprobada la Ley de Responsabilidad social en radio y televisión, que la oposición no dudo en llamar “Ley Mordaza”. Según ellos con esta Ley el bolivarianismo instituiría su régimen amparado en la ausencia de libertad de expresión. Sorprendentemente también en este caso el lobo no apareció. La Ley fue aprobada y hoy día es un indudable marco referencial apoyado por todos los venezolanos.
En fin, la lista del lobo y lobos es infinita. Pero de todos los lobos que la oposición venezolana ha construido hay uno que no se puede tolerar y ello por una razón obvia: porque precisamente atenta contra la paz, contra la tolerancia, contra la democracia que tanta sangre nos ha costado a todos los venezolanos. Nos referimos al lobo de los lobos, a ese que se encuentra detrás de todos ellos, al miedo.
La campaña que la oposición venezolana llevó a cabo contra la propuesta de reforma a la Constitución se fundamentó en el lobo del miedo. Durante dicha campaña la oposición venezolana no escatimó esfuerzos en denunciar lobos atroces que nunca llegaron. Los venezolanos tuvimos que vivir en la zozobra de una campaña mediática millonaria en la cual se planteó, sin ningún tipo de vacilación ética, que: se le quitaría la propiedad privada a quien la tuviese, se le quitarían los niños a sus padres, el Presidente Chávez se eternizaría hasta nunca jamás en el poder, se anularían los representantes democráticamente electos en municipios, alcaldías y gobernaciones, se educaría en el comunismo a todos los niños, se instauraría una misma nación y una misma República entre Cuba y Venezuela, se acabaría con la libertad de culto en el país, se cerrarían las escuelas privadas religiosas, se acabaría con la autonomía universitaria, pero sobretodo, que a través de esta reforma a la Constitución se daría, nada más y nada menos, que “un golpe de estado democrático”.
En esta trágica epopeya en la cual se lanzó la oposición para apoyar su opción por el “no” participaron como protagonistas indiscutibles, ante todo, los medios de comunicación transnacionales quienes se encargaron de engordar y difundir los lobos antes descritos. Pero también participó la millonaria oligarquía venezolana, cabecilla durante la IV República, autora del golpe de estado del 11 de abril del 2002 y motor económico indiscutible de la oposición venezolana.
Pero el símbolo del lobo, del miedo, de las amenazas nunca transfiguradas en realidad, fueron las elites estudiantiles que fungieron como portavoz último y eficaz de la lógica “ahívienelobista”. Durante casi cuatro meses dichos estudiantes a través de reportajes, imágenes, especiales, videos, fotografías, entrevistas, etc., dieron la vuelta al mundo como “cándidas victimas” de supuestos atropellos y vejaciones por parte del Gobierno Bolivariano de Venezuela, como amenazados por una supuesta dictadura. En ellos fueron simbolizados los miedos que estructuraron la campaña por el “no” a la reforma en Venezuela.
Pero la verdad fue que los muertos (específicamente dos) llegaron una semana antes de los comicios electorales del 2 de diciembre y fueron precisamente chavistas. La verdad fue que estos estudiantes con sus manos pintadas de blanco y sus gritos de libertad contra el tirano Chávez fueron recibidos por el mismísimo Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Electoral. La verdad fue que dichos estudiantes fueron catapultados a la fama por la cadena televisiva Globovisión. La verdad fue que estos estudiantes fueron a donde quisieron, manifestaron sin trabas algunas, trancaron todas las calles que creyeron pertinente, hablaron en todos los medios de comunicación, desafiaron al poder democráticamente instituido, y el resultado fue el esperado: el lobo nunca llegó.
Las elecciones se llevaron finalmente a cabo el 2 de diciembre en un clima de paz, tolerancia, respeto y armonía. Sus resultados fueron en pro del “no” apoyado por la oposición al Presidente Chávez. Éste último justo después del pronunciamiento del Poder Electoral aceptó y felicitó a los ganadores. Al parecer el lobo no solamente no llegaría, sino que además no existía.
El Poder Electoral que tantas veces fue vejado por parte de la oposición por legitimar el triunfo del chavismo, ahora hace lo mismo con los resultados positivos de la oposición en estos comicios. Mágicamente el lobo se esfumó y para la oposición ahora sí parece existir democracia en Venezuela.
Todo esto nos deja un sabor agridulce: dulce porque, una vez más, se celebraron elecciones pacíficas y legítimas en Venezuela. Agrio porque sólo se reconocen las mismas cuando es el lobo opositor quien gana.
Lo cierto es que desgraciadamente todo indica que el “ahívienelobismo” no ha terminado. De hecho, ¿Cuáles serán los lobos que la oposición nacional e internacional esgrimirá en el futuro? y más aún, ¿cuándo terminarán ellos por enjaular sus lobos y dejar al pueblo venezolano construir en paz un proceso democrático por el que tanto ha luchado?

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