Miguel Ángel Pérez Pirela
¿Quién puede dudar que exista hoy día una ideología imperante como forma de pensamiento, cultura y modo de vivir? Ideología que se hace todavía más peligrosa por su aceptación cuasi mundial en tanto que no-ideología.
De hecho, el neoliberalismo como ideología dominante basa su poderío precisamente en su carácter pseudo neutral, objetivo. Según éste, la única forma “natural” de convivencia, de poder vivir como seres humanos “modernos” en un “mundo globalizado” es la dictada por los cánones fundados en el neoliberalismo.
No es casual entonces que, delante de una debacle financiera como la que se está viviendo, las soluciones aplicadas vengan del mismo neoliberalismo. Ello no responde sólo a escondidas maniobras de algunos ladrones de cuello blanco para estafar a los ciudadanos del mundo. La realidad es que ésta es la forma natural de proceder por parte de un neoliberalismo que cree sinceramente que las soluciones sólo han de encontrarse en sí mismo. He aquí su carácter ideológico.
Lo cierto es que dicha ideología, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín, no puede concebir sistemas de pensamiento, cultura y modos de vivir alternativos. Lo propio de la ideología neoliberal está entonces en pensar que la misma no es de ningún modo ideología.
Ideología para el neoliberalismo es todo aquello que se oponga o se proponga como alternativa a su lógica de dominación. El problema fundamental de su crisis actual no es por ende de índole financiero. Ojalá. La debacle que se vive en la actualidad tiene acepciones más complejas y profundas: se está derrumbando un modo de pensar, una cultura global, una metodología de vida. En una palabra: una cosmovisión.
Por ello lo grave no está, como suelen decir nuestros intelectuales de izquierda, en que se están invirtiendo sumas astronómicas para salvar a los culpables de la crisis neoliberal. Lo grave está en que el mundo se cae financieramente y, al mismo tiempo, sigue fuerte la ideología que, en forma de cultura, educación, arte, política, deporte, belleza, y pare usted de contar, nos trajo hasta este despeñadero.
¿Quién puede dudar que exista hoy día una ideología imperante como forma de pensamiento, cultura y modo de vivir? Ideología que se hace todavía más peligrosa por su aceptación cuasi mundial en tanto que no-ideología.
De hecho, el neoliberalismo como ideología dominante basa su poderío precisamente en su carácter pseudo neutral, objetivo. Según éste, la única forma “natural” de convivencia, de poder vivir como seres humanos “modernos” en un “mundo globalizado” es la dictada por los cánones fundados en el neoliberalismo.
No es casual entonces que, delante de una debacle financiera como la que se está viviendo, las soluciones aplicadas vengan del mismo neoliberalismo. Ello no responde sólo a escondidas maniobras de algunos ladrones de cuello blanco para estafar a los ciudadanos del mundo. La realidad es que ésta es la forma natural de proceder por parte de un neoliberalismo que cree sinceramente que las soluciones sólo han de encontrarse en sí mismo. He aquí su carácter ideológico.
Lo cierto es que dicha ideología, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín, no puede concebir sistemas de pensamiento, cultura y modos de vivir alternativos. Lo propio de la ideología neoliberal está entonces en pensar que la misma no es de ningún modo ideología.
Ideología para el neoliberalismo es todo aquello que se oponga o se proponga como alternativa a su lógica de dominación. El problema fundamental de su crisis actual no es por ende de índole financiero. Ojalá. La debacle que se vive en la actualidad tiene acepciones más complejas y profundas: se está derrumbando un modo de pensar, una cultura global, una metodología de vida. En una palabra: una cosmovisión.
Por ello lo grave no está, como suelen decir nuestros intelectuales de izquierda, en que se están invirtiendo sumas astronómicas para salvar a los culpables de la crisis neoliberal. Lo grave está en que el mundo se cae financieramente y, al mismo tiempo, sigue fuerte la ideología que, en forma de cultura, educación, arte, política, deporte, belleza, y pare usted de contar, nos trajo hasta este despeñadero.
Por ello es urgente preguntarse: ¿qué se está haciendo en la Venezuela de hoy día para cambiar dicha ideología dominante?
Ideología que basa su poderío en, por lo menos, cuarenta años de ideologización “cuartorepublicana”, durante los cuales para ser felices bastaba con consumir, donde el 12 de octubre se celebraba el descubrimiento de América y Rómulo Betancourt era el padre de la democracia.
Quien les escribe fue instruido por una educación cuya escuela principal era la televisión de los años 80 y 90, y cuyas maestras fueron las películas estadounidenses y sus súbitos cortes comerciales que nos vendían todo tipo de productos. En los años de nuestra infancia y adolescencia, cuando se llegaba a la escuela, la mayoría de los libros escolares eran concebidos, producidos y vendidos por trasnacionales de la “educación”; el sueño de nuestras hermanas y primas era ser Miss Mundo como Pilín León; crecimos preocupados por el derecho humano a la vida de Rambo y Rocky, mientras celebrábamos las muertes de los vietnamitas y los rusos; soñábamos con visitar el castillo de Disneylandia estampado en nuestros útiles escolares y loncheras; nos agarrábamos de las manos todos los venezolanos con el “Puma” José Luís Rodríguez.
¿Había algo de ideología en todo esto? ¿O es que la “ideología” es sólo toda “ideología” alternativa a la “ideología” neoliberal?
Es indudable que, sobre todo en estos momentos de debacle financiera neoliberal, dicha ideología continúa realizando disciplinadamente su trabajo alienador a través de sus medios de comunicación masiva, su educación básica y superior, su cultura global y, cuando la cosa se pone dura, sus armas de destrucción masiva. La ideología neoliberal continúa trabajando en todos los terrenos y con todos los medios.
Pero lo más grave no es que ésta haga su trabajo. Lo preocupante es que formas otras de pensamiento no hagan el suyo.
Basta pensar que nuestra Ley de Universidades data de los años 70 y la Ley Orgánica de Educación de los 80. Basta pensar en la ausencia total de límites mínimos a nuestros medios de comunicación privados. Basta pensar que con orgullo se anuncia que la crisis no nos ha tocado, pues seguimos consumiendo.
Como si la verdadera debacle fuera financiera. Como si el neoliberalismo en tanto que forma de pensamiento, cultura y modo de vivir en Venezuela estuviera en debacle.
Ideología que basa su poderío en, por lo menos, cuarenta años de ideologización “cuartorepublicana”, durante los cuales para ser felices bastaba con consumir, donde el 12 de octubre se celebraba el descubrimiento de América y Rómulo Betancourt era el padre de la democracia.
Quien les escribe fue instruido por una educación cuya escuela principal era la televisión de los años 80 y 90, y cuyas maestras fueron las películas estadounidenses y sus súbitos cortes comerciales que nos vendían todo tipo de productos. En los años de nuestra infancia y adolescencia, cuando se llegaba a la escuela, la mayoría de los libros escolares eran concebidos, producidos y vendidos por trasnacionales de la “educación”; el sueño de nuestras hermanas y primas era ser Miss Mundo como Pilín León; crecimos preocupados por el derecho humano a la vida de Rambo y Rocky, mientras celebrábamos las muertes de los vietnamitas y los rusos; soñábamos con visitar el castillo de Disneylandia estampado en nuestros útiles escolares y loncheras; nos agarrábamos de las manos todos los venezolanos con el “Puma” José Luís Rodríguez.
¿Había algo de ideología en todo esto? ¿O es que la “ideología” es sólo toda “ideología” alternativa a la “ideología” neoliberal?
Es indudable que, sobre todo en estos momentos de debacle financiera neoliberal, dicha ideología continúa realizando disciplinadamente su trabajo alienador a través de sus medios de comunicación masiva, su educación básica y superior, su cultura global y, cuando la cosa se pone dura, sus armas de destrucción masiva. La ideología neoliberal continúa trabajando en todos los terrenos y con todos los medios.
Pero lo más grave no es que ésta haga su trabajo. Lo preocupante es que formas otras de pensamiento no hagan el suyo.
Basta pensar que nuestra Ley de Universidades data de los años 70 y la Ley Orgánica de Educación de los 80. Basta pensar en la ausencia total de límites mínimos a nuestros medios de comunicación privados. Basta pensar que con orgullo se anuncia que la crisis no nos ha tocado, pues seguimos consumiendo.
Como si la verdadera debacle fuera financiera. Como si el neoliberalismo en tanto que forma de pensamiento, cultura y modo de vivir en Venezuela estuviera en debacle.