¿“Armas de comunicación masiva”?
Miguel Ángel Pérez Pirela
Expresa Paul Virilio, hablando de los medios de comunicación, en su libro Ciudad pánico: “se quiera o no, crear un acontecimiento es, en lo sucesivo, provocar un accidente”.
¿Tendrá acaso esto que ver con las armas de destrucción masivas que nunca fueron encontradas en Irak? Más allá de la evidente respuesta, lo cierto es que en tiempos de globalización la supremacía de “las armas de destrucción (los misiles) ceden su primacía estratégica a esas armas de comunicación masiva destinada a golpear los espíritus”.
Las lógicas de dominación han entendido que el efecto y la propagación de las armas comunicacionales de destrucción, y su arsenal científico tecnológico de irradiación planetaria, posee “un impacto audiovisual (en tiempo real) que se impone ampliamente, por su velocidad de propagación a escala mundial, sobre el impacto material, que es justamente blanco de los proyectiles explosivos”. De ello surge la nueva metodología de guerra utilizada a escala global: un hiperterrorismo que ataca los espíritus y no los cuerpos, a través del poder mediático.
La conclusión de Virilio es lapidaría: en el futuro el “Ministerio de la guerra” será superado y englobado por el “Ministerio del miedo”, cuyas armas serán satélites, cámaras, pantallas. Todo ello arremete definitivamente contra la concepción clásica de la guerra, que hoy día ha ido menguando, para hacer honor a un tipo de conflicto en el cual las principales víctimas son precisamente los civiles.Una prueba entre otras de esta descomposición de la guerra clásica nos es provista por la inversión del número de víctimas, puesto que en los conflictos recientes el 80 % de las pérdidas están del lado de los civiles, mientras que en la guerra tradicional era exactamente a la inversa. Si antaño se distinguía claramente la guerra internacional de la guerra civil – la guerra de todos contra todos – de ahora en más toda guerra que se precie de tal es primero una guerra contra los civiles.Según Virilio, tres son las dimensiones que, a los largo de la Historia, se han privilegiado al interno de las guerras. En un primer momento el autor coloca la dimensión “masa” que constituye el elemento fundacional de murallas, armaduras, legiones. La guerra era entonces estructurada a partir de un choque frontal entre masa versus masa. Más tarde el elemento fundacional de la guerra deviene la “energía”, estructurada a partir del movimiento propio de catapultas, arcos, pólvora, artillería y bombas. Pero ambas dimensiones de la guerra se limitan a un plano meramente material que, en cuanto tal, únicamente determinan lo físico, lo corporal.
Hoy día la situación bélica posee una complejidad desmedida y se ve reflejada en la tercera dimensión guerrera que es precisamente la “información”: “de allí este repentino cambio en el que la INFOWAR a aparece no sólo como una ‘guerra contra los materiales’, sino sobre todo como una ‘GUERRA CONTRA LO REAL; una desrealización por doquier en la que el arma de destrucción masiva es estratégicamente superior al arma de destrucción masiva (atómica, química, bacteriológica…).
¿Nos es acaso ésta una excelente parrilla de lectura para la interpretación de hechos que han marcado la historia reciente venezolana?
Si la respuesta es positiva tenemos que comenzar entonces un debate nacional con relación a los medios de comunicación vistos – ya no más ingenuamente – sólo como instrumentos para la defensa del derecho humano a la libertad de expresión, sino también como potenciales armas de comunicación masivas capaces de llevar a un pueblo entero hacia una inminente guerra de todos contra todos.
Expresa Paul Virilio, hablando de los medios de comunicación, en su libro Ciudad pánico: “se quiera o no, crear un acontecimiento es, en lo sucesivo, provocar un accidente”.
¿Tendrá acaso esto que ver con las armas de destrucción masivas que nunca fueron encontradas en Irak? Más allá de la evidente respuesta, lo cierto es que en tiempos de globalización la supremacía de “las armas de destrucción (los misiles) ceden su primacía estratégica a esas armas de comunicación masiva destinada a golpear los espíritus”.
Las lógicas de dominación han entendido que el efecto y la propagación de las armas comunicacionales de destrucción, y su arsenal científico tecnológico de irradiación planetaria, posee “un impacto audiovisual (en tiempo real) que se impone ampliamente, por su velocidad de propagación a escala mundial, sobre el impacto material, que es justamente blanco de los proyectiles explosivos”. De ello surge la nueva metodología de guerra utilizada a escala global: un hiperterrorismo que ataca los espíritus y no los cuerpos, a través del poder mediático.
La conclusión de Virilio es lapidaría: en el futuro el “Ministerio de la guerra” será superado y englobado por el “Ministerio del miedo”, cuyas armas serán satélites, cámaras, pantallas. Todo ello arremete definitivamente contra la concepción clásica de la guerra, que hoy día ha ido menguando, para hacer honor a un tipo de conflicto en el cual las principales víctimas son precisamente los civiles.Una prueba entre otras de esta descomposición de la guerra clásica nos es provista por la inversión del número de víctimas, puesto que en los conflictos recientes el 80 % de las pérdidas están del lado de los civiles, mientras que en la guerra tradicional era exactamente a la inversa. Si antaño se distinguía claramente la guerra internacional de la guerra civil – la guerra de todos contra todos – de ahora en más toda guerra que se precie de tal es primero una guerra contra los civiles.Según Virilio, tres son las dimensiones que, a los largo de la Historia, se han privilegiado al interno de las guerras. En un primer momento el autor coloca la dimensión “masa” que constituye el elemento fundacional de murallas, armaduras, legiones. La guerra era entonces estructurada a partir de un choque frontal entre masa versus masa. Más tarde el elemento fundacional de la guerra deviene la “energía”, estructurada a partir del movimiento propio de catapultas, arcos, pólvora, artillería y bombas. Pero ambas dimensiones de la guerra se limitan a un plano meramente material que, en cuanto tal, únicamente determinan lo físico, lo corporal.
Hoy día la situación bélica posee una complejidad desmedida y se ve reflejada en la tercera dimensión guerrera que es precisamente la “información”: “de allí este repentino cambio en el que la INFOWAR a aparece no sólo como una ‘guerra contra los materiales’, sino sobre todo como una ‘GUERRA CONTRA LO REAL; una desrealización por doquier en la que el arma de destrucción masiva es estratégicamente superior al arma de destrucción masiva (atómica, química, bacteriológica…).
¿Nos es acaso ésta una excelente parrilla de lectura para la interpretación de hechos que han marcado la historia reciente venezolana?
Si la respuesta es positiva tenemos que comenzar entonces un debate nacional con relación a los medios de comunicación vistos – ya no más ingenuamente – sólo como instrumentos para la defensa del derecho humano a la libertad de expresión, sino también como potenciales armas de comunicación masivas capaces de llevar a un pueblo entero hacia una inminente guerra de todos contra todos.