domingo, 14 de junio de 2009

La crítica

Miguel Ángel Pérez Pirela


Al inicio del evento “Intelectuales, Democracia y Socialismo”, celebrado el pasado 2 y 3 de junio, alguien que no recuerdo dijo: “después del encuentro y lo que del mismo surja quiero ver al guapo o guapa que, a la luz de las reflexiones surgidas, nos tilde de contrarrevolucionarios”.

Hay que tener coraje, mucho coraje, para decir que Vladimir Acosta, Ernesto Villegas, Luis Bonilla Molina, Emir Sader, Luis Damiani, Iraida Vargas, Luis Britto García, Santiago Arconada, Rigoberto Lanz, Miguel Ángel Pérez Pirela, Carmen Bohórquez, Víctor Álvarez, Roberto Hernández Montoya, Judith Valencia, Roland Denis, Fausto Fernández, Filinto Durán, Mario Sanoja, Javier Biardeau, José Luis Pacheco, Arístides Medina Rubio, Aram Aharoniam, Guillermo García Ponce, Miguel A. Contreras, Eva Golinger, Gonzalo Gómez, Vladimir Blazo, Roberto López, Rubén Reinoso, Nieves Tamaroni, Rubén Alayón Montserrat, Paulino Núñez, Juan Carlos Monedero, Marta Harnecker y Michael Lebowitz, son: “chavistas sin Chávez”, “saltadores de talanquera”, “tapujos de socialistas pero antichavistas”, “aficionados de la política, irresponsables”,  “infiltrados por los servicios oligarcas, “de ideología pequeño burguesa”, diletantes al servicio de los oligarcas…”.

Y aunque parezca increíble esto fue dicho a propósito de este evento histórico. No se defiende aquí a los organizadores del evento, tampoco a cada ponente del mismo. Lo que se defiende es el fenómeno como tal. Si algo debe ser defendido. El hecho fue simple: primero, fueron convocados importantes trabajadores de las ideas, en su gran mayoría venezolanos; segundo, asistieron;  y tercero, se expresaron con una rotunda claridad y sinceridad sobre la Revolución. El resultado es más que conocido por muchos, una reflexión crítica, reflexión sincera, reflexión revolucionaria sobre un proceso que ya tiene 10 años de edad. Reflexión desde la revolución, precisamente a la revolución. Al fin y al cabo, Reflexión.

Nadie se eternizó en recordar los avances, progresos y milagros de este proceso. Todos los que estaban ahí lo hacen a diario a través de sus artículos, sus libros y sus conferencias. A través de sus vidas. Pero tampoco se le dio espacio a la crítica contra el “oposicionismo”. La ocasión era demasiado preciosa como para perdernos en la mera reacción. Se aprovechó el poco tiempo y el gran espacio para hacer una radiografía reflexiva.

De hecho, es un deber moral hacer un llamado de atención a aquellos que creen que los intelectuales sólo están allí para echar chistes cultos o hacer reír a la élite. O a otros que piensan que los intelectuales sólo existen para criticar y reaccionar de frente a la derecha y sus invitados exógenos. Todo ello está bien. Pero el intelectual también es aquel que con ideas, metodologías e instrumentos teóricos puede investigar, crear paradigmas y tratar de entender y comunicar ese milagro que los pueblos realizan a diario con sus acciones.

Realizar dicho trabajo teórico es por ello terreno fértil para la crítica, como instrumento que nos permite enderezar el camino y marchar con paso firme. Ser intelectual y no ser crítico es un contrasentido.

Hay quienes critican toda crítica que venga desde la revolución por un único y simple motivo: quieren mantener el monopolio de la crítica. En esto desgraciadamente se toca una parte del “oposicionismo” y una parte del chavismo.

Sorpresa: los guapos y guapas surgieron, no sólo desde la oposición, sino también desde la Revolución, y lo que es peor, diciendo exactamente lo mismo.

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