Nadie puede negar que la campaña electoral ya comenzó. Sería ingenuo pensar que en Venezuela todavía exista algo así como una pre-campaña: en una realidad política tan desaforada como la nuestra, los tiempos apremian y en muchos casos premian a quien los sabe utilizar.
La oposición venezolana comenzó inmediatamente su campaña electoral y, como siempre, lo hizo del único modo que sabe hacerlo: a través de la provocación.
Una serie de hechos políticos y comunicacionales han marcado el inicio de una campaña electoral sustentada en la provocación como instrumento elegido para llamar la atención política del venezolano.
Como siempre, ciertos medios privados han disparado primero para allanarles el camino a sus mimados políticos de oposición.
En poco menos de un mes se han intensificado las provocaciones más variopintas y crueles contra diversos actores políticos y sociales.
Se comenzó por atacar al Consejo Nacional Electoral y poner en entredicho su legitimidad; más tarde se intensificaron las agresiones y provocaciones de todo tipo contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; después no dudaron en faltarle el respeto a nuestra mujer venezolana a través del vilipendio a ciudadanas con responsabilidades en Poderes Públicos; y para colmo llevaron hasta el extremo burlas, ironías y maltratos contra la humanidad de un ciudadano venezolano con cáncer: Hugo Rafael Chávez.
Evidentemente, toda esta táctica en ciertos casos tuvo los resultados esperados.
Hubo quienes cayeron de lleno en las provocaciones y se enfrascaron en interminables discusiones con quienes no quieren discutir sino provocar discusiones sobre ellos mismos. Hubo quienes arremetieron contra los provocadores y dieron pie para que desde el extranjero se volviera a repetir la cantaleta de que en Venezuela no hay libertad de expresión.
Por el contrario, hubo quienes no cayeron en las provocaciones y simplemente pusieron el dedo en la llaga de los provocadores, al señalar los motivos reales de dichas provocaciones que ahora enumero.
Primero que todo y, como ya se dijo, captar la atención política sobre los provocadores. Todo ello con el fin de buscar sanciones contra ellos mismos para justificar su tesis de la dictadura. Y, claro está, esconder la guerra intestina (de intestino grueso y delgado) que se está dando en este preciso instante en el seno de los provocadores por acaparar candidaturas electorales para la presidencia, gobernaciones y alcaldías.
Oscar Wilde decía que resistía a todo menos a las tentaciones. Yo remato diciendo que cuando el dedo señala a la luna, el estúpido mira el dedo.
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