sábado, 1 de septiembre de 2007

“Síntomas disfrazados de diagnósticos”

Miguel Ángel Pérez Pirela
(Publicado en el "Diario VEA" y "El Nacional, 2007)

Al menos que no tomemos como punto de partida el debate del individuo consigo mismo - que la tradición elaborada por Platón y San Agustín llamó “pensamiento” - todo debate presupone como condición necesaria un diálogo con el otro. En ese sentido, el debate por antonomasia es un acto de alteridad, es decir, un acto “polítiko”. Ello coloca irremediablemente el debate en una dimensión social. Detalle éste que obliga a replantear no solamente el horizonte de alteridad de todo debate sino, más aún, la estructura fundacional del debate como práctica social. ¿A qué nos referimos más precisamente? Todo debate, para que sea considerado como tal, implica no sólo al otro, sino también a la estructura, fundación o lugar desde el cual ese otro habla. Es precisamente aquí que el debate filosófico-político contemporáneo nos brinda herramientas excepcionales para comprender este elemento fundacional del debate. Según las posiciones del liberalismo de John Rawls el debate fundacional de cualquier sociedad debe instaurarse desde un “velo de ignorancia”, es decir, desde un lugar de neutralidad radical. Según Rawls, para que el debate social sea justo, es necesario que cada individuo que participa en la creación del contrato no sepa absolutamente nada de los otros individuos con los cuales está pactando. El debate se fundaría entonces en individuos sin sexo, edad, posición social, religión, nacionalidad, etc. Nos encontramos por ello de frente a una dogmatización de la neutralidad como punto de partida del debate. De todo ello surge una perplejidad: ¿puede una sociedad fundar-se en la negación de las identidades comunitarias, tribales, societales? Una buena parte de la respuesta a dicho interrogante es planteada por la crítica que, desde el comunitarismo, se le hace a las posiciones anteriormente planteadas. Según autores como Charles Taylor o Michael Sandel no se puede elaborar la estructura fundacional de un debate social desde la neutralidad. Si bien es cierto que “las palabras no son neutras”, tampoco las sociedades contemporáneas. Éstas son el fruto de un enmarañado sistema de valores comunitarios, insoslayables a la hora de pensar el “nosotros”. El pacto fundacional de una sociedad parte por ello de lo comunitario. Es precisamente allí donde se fragua el metal hirviente del debate político. De hecho, se habla aquí de la comunidad como lugar fundacional del individuo. Sólo a partir de una lógica comunitaria el sujeto construye lo propio de sus necesidades, deseos, frustraciones, límites y ventajas.
En los últimos días en nuestro país nos hemos encontrado con encarnaciones representativas del modelo neutral propuesto por Rawls. De hecho, protagonistas del debate actual venezolano han inscrito sus propuestas en un “No Mans Land”, es decir, un lugar caracterizado por una neutralidad absoluta. Ello se ve reflejado en posturas según las cuales sus afirmaciones no serían políticas, sino meramente cívicas. Contradicción ésta que, antes de ser semántica, es etimológica. Si bien es cierto que lo político viene del griego “polis”, es decir, ciudad, también lo es que lo cívico viene del latín “civis”, que casualmente también reenvía a la idea de ciudad. Y es que todo debate, si quiere ser tal, debe estar fundamentado en un topos o lugar comunitario desde donde, no solamente se expresa una idea, sino que más aún, se asume todo el universo cultural, económico, sexual, religioso, político, desde donde se habló. Quien habla debe asumir por ello la responsabilidad de lo dicho, no sólo delante de la comunidad contra quien tomó la palabra, sino también delante de sus símiles. Hablar desde la neutralidad del “velo de ignorancia” rawlsiano implica entonces una acción propicia para el anti-debate, o más aún, el no-debate. Quien habla desde la neutralidad liberal en realidad está dinamitando el fundamento propio del debate. Aquel que, a la hora de plantear reivindicaciones cívicas desde el foro público se dice no-político, está simplemente siendo un síntoma más del malestar social que critica. Pero esta vez disfrazado de diagnóstico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario