Miguel Ángel Pérez Pirela
(Publicado en Revista "Iguana Roja", París, 2005)
Más allá del maniqueísmo con el que suele interpretarse la situación política de Venezuela, se puede encontrar en la misma aspectos muy precisos que hablan de una democracia despierta, participativa. Dicha democracia puede percibirse, primero que todo, a través de la existencia de una heterogeneidad política simbolizada por dos bandos, diferentes entre ellos[1], que escapan del usual bipartidismo. Dichos bandos, el 15 de agosto del 2004, se enfrentaron en el campo democrático de un referendo, único en su género[2], para decidir si, una vez llegado a la mitad del mandato, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías continuaría o no en su cargo.
Las condiciones y el resultado de dicho referendo parecían ser un estímulo electoral para afianzar las bases democráticas. Sobre todo en vista de la cita electoral posterior al mismo. Dos fechas importantes para la democracia venezolana se unían entre ellas para servir de medidor empírico de las verdaderas tendencias políticas del país: el referendo del 15 de agosto y las elecciones regionales del 31 de octubre del 2004.
Más allá de los resultados de estas dos contiendas electorales, eso que nos interesa es mostrar el modo en el que las dos partes políticas, antitéticas entre sí, se prepararon para la última de las citas. Saber lo que “la oposición” y lo que “el chavismo” hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en las elecciones regionales es acaso más interesante que seguir pensando de forma maniqueísta que el uno perdió y el otro ganó por un somero fraude electoral, o que los unos son fascistas y los otros comunistas.
Aunque no lo parezca, ciertas democracias de Suramérica, como es el caso de Venezuela (por el fervor participativo y por la pluralidad de tendencias políticas) se presentan hoy día como los nuevos paradigmas de la democracia en el planeta. No es así para un puñado de países del “primer mundo”, que quieren prodigar al planeta lecciones de democracia: países donde no existe realmente una derecha y una izquierda (Estados Unidos), donde la máxima autoridad del gobierno posee en sus manos todos los canales televisivos del país (Italia) o, incluso, donde la democracia existente dentro de sus fronteras está fundada en el sostenimiento y la explotación de dictaduras de otros países a través de la venta de armas, el control militar y el neo-colonialismo (Estados Unidos, Inglaterra o Francia).
¿Qué ocurrió entonces entre agosto y octubre del 2004 en ese que hemos llamado uno de los paradigmas democráticos del planeta? Respondiendo a esta pregunta intentaremos mostrar que, de hecho, el reto para el éxito de ese fenómeno político y social que es hoy día Venezuela se encuentra en la gestión de esa (verdadera) pluralidad de tendencias políticas.
***
Después de una controversial recolección de firmas para llevar a cabo un referendo revocatorio contra el presidente electo, la oposición venezolana consigue sus fines y el 15 de agosto del 2004 el pueblo es llamado a revocar al presidente Hugo Chávez.
No se puede dejar de mencionar que si Hugo Chávez fuese revocado, podría presentarse a las elecciones que se celebrarían poco tiempo después. En este caso, difícilmente podría perder, visto que la oposición venezolana, como ya lo mencionamos, está compuesta por partidos heterogéneos entre sí que van desde la extrema izquierda hasta la derecha conservadora. Es difícil pensar que todos aquellos que estarían de acuerdo en revocar a Chávez, estarían a su vez de acuerdo por un candidato único que ocupe su lugar.
La oposición finalmente pudo ir al revocatorio ya que logró conseguir las firmas del 20% del cuerpo de electores, hecho que alimentó una seguridad en sus posibilidades que todos los venezolanos pudieron percibir en ese entonces
En diferentes comunicados la oposición dejó en claro que el único resultado que aceptaría sería aquél que no fuese contra la desición del pueblo venezolano que, para ella, se resumía en la revocatoria del presidente[3]. El gobierno de los Estados Unidos en diversas declaraciones dio a entender que en relación al referendo venezolano no sería “espectador desinteresado”[4].
El referendo se llevó a cabo y Venezuela demostró que, desde el punto de vista de los electores, la situación no es tan crítica, violenta y desesperada como los medios de comunicación nacionales e internacionales la presentan. Tanto de un lado como del otro, los ciudadanos, invitados por sus organizaciones y partidos políticos, se despertaron a las cuatro, tres, y hasta las dos de la mañana para ir a votar. Ello trajo como consecuencia que a las seis de la mañana, gran parte de la población votante estuviera ya en largas colas para ejercer su derecho democrático.
El ambiente era más bien cálido, de fiesta. El inesperado flujo de votantes hizo que el proceso se retrasara y muchos de los electores tuvieron que esperar hasta la madrugada del día venidero para votar. Ni los chavistas ni los anti-chavistas desistieron en hacer escuchar su voz a través del voto. Estuvieron en esas colas hasta el final.
Una de las condiciones necesarias para que el voto de todos esos ciudadanos fuera válido y se pudiera llevar a cabo en las mejores circunstancias posibles era la presencia de observadores internacionales. Así fue. Acuerdos fueron pactados durante las semanas anteriores al referendo, y ese 15 de agosto estuvo amparado por la presencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Centro Carter (invitado por la oposición) y un grupo de reconocidas figuras del periodismo y la política internacional. La palabra final estaba en dichos invitados: sus conclusiones positivas o negativas en relación a la votación serían la condición necesaria de la validez del referendo.
Fue una noche larga para los dos bandos. Tanto uno como el otro se daba como vencedor y las encuestas de los días y semanas anteriores que daban como vencedora la confirmación del presidente Chávez en nada determinaban las esperanzas de los votantes opositores[5]. En política nada está escrito.
Sólo a las tres de la mañana, después de una reunión con los observadores internacionales, los resultados fueron revelados. La oposición había conseguido un número muy grande de votos: alrededor de cuatro millones de votos (3.989.008, es decir el 40.63%) contra el cargo del presidente Chávez. Pero los votos que aceptaban su permanencia en el poder eran más: casi seis millones de votos (5.800.629, es decir el 59.09%). Los opositores eran muchos. Pero aún no la mayoría.
Las condiciones estaban dadas para que las próximas elecciones (regionales) que se celebrarían en el octubre venidero, casi tres meses después, fueran cerradas, y para que cada uno de los campos comenzara una campaña electoral sin precedentes: los chavistas para consolidar su resultado, y los opositores para lograr aprovechar esos cuatro millones de votos, transformándolos en gobernaciones, alcaldías, diputados y concejos legislativos regionales ganados.
Además, ganarles algunos de esos casi seis millones de votos al chavismo, no estaba descartado. Era evidente que durante el referendo esos seis millones se pronunciaron únicamente por un “sí” o un “no”, y que acaso ciertos estarían por la permanencia de Chávez en el poder por razones muy diferentes entre ellas: porque la oposición no presentó un plan de gobierno que les convenciera, porque la oposición en ningún momento propuso a un posible candidato único, porque finalmente la propuesta fundamental de la oposición no era formulada de forma positiva/afirmativa sino más bien negativa/exclusiva, “fuera Chávez”...
Todo ello no quería decir en lo absoluto que algunos de esos seis millones de votos no fueran recuperables. Acaso uno de esos electores podría estar por un gobernador o un alcalde presente en su región y opositor de Chávez. El futuro voto de ese 31 de octubre estaba entonces libre de la amplitud de un voto nacional y de restricciones tan fuertes y dogmáticas como son las de escoger entre un “sí” o un “no”.
***
La oposición cumplió con sus advertencias y, en rueda de prensa, no dudó en decretar el referendo como un “mega-fraude”. De opinión diferente era la OEA, el Centro Carter y el resto de los observadores internacionales presentes en el país.
Cumpliendo con las leyes electorales, la oposición venezolana exigió una auditoría a través de la cual el Consejo Nacional Electoral (CNE) recontaría los votos. La misma fue aceptada. Lo paradójico de la situación fue que, una vez acordada la auditoría, la oposición la negó. Los representantes de la oposición no se presentaron en el lugar y a la hora en los cuales el CNE y los observadores traducían su petición en hechos.
Los ojos de todos estaban fijados en el gobierno de Bush, afín a la oposición y contrario al gobierno de Chávez. Dicho gobierno esperó un cierto tiempo para ver qué ocurría antes de pronunciarse. Nada ocurrió. También ellos aceptaban los resultados y, con estos, tantos otros países[6]. Contrariamente a lo que había pasado hasta ahora, la comunidad internacional de los países occidentales miraba con ojos democráticos al gobierno de Hugo Chávez Frías[7].
Una gran parte de los dirigentes de la oposición contraria al gobierno de Hugo Chávez dio como un hecho la victoria en el referendo, y así lo dio a conocer a sus seguidores. Según ellos, éste era el único resultado posible, y hoy día para muchos lo sigue siendo. Una vez que los dirigentes de la oposición se enfrentaron a la realidad, el juego democrático pareció no bastarles para concretizar el único fin que, hasta ahora, habían comunicado a los venezolanos: ¡fuera Chávez!
Sin pruebas concretas la oposición continuó gritando fraude, y sus afirmaciones del pasado, contra eso que llamaba la dictadura venezolana, se le derrumbaban encima.
El tiempo estaba pasando y las futuras elecciones regionales se acercaban de más en más: aquellos que habían obtenido algunas semanas antes cuatro millones de votos, continuaban en su posición que se resumía en “nosotros ganamos, nos robaron nuestros votos”.
Una parte de la oposición, consciente de que el tiempo estaba pasando y de que no habían comenzado ninguna suerte de campaña que no fuera la que denunciaba el fraude, decidió separarse de la línea dominante sin perder la cara: “hubo fraude, pero igual vamos a las regionales”[8]. Comenzaron entonces su campaña política.
El partido de Chávez en el poder y sus allegados políticos habían comenzado la campaña prácticamente el día después del referendo: desde las grandes ciudades hasta los pueblos más perdidos de la costa y los andes se escuchaban las consignas por las gobernaciones o alcaldías chavistas.
Venezuela estaba siendo entonces testigo de una nueva división hasta ahora inédita entre los chavistas, los opositores en campaña y los opositores que continuaban denunciando el presunto fraude. Estos últimos, por no tener propuestas en relación a las venideras elecciones regionales, decidieron tener una: no presentarse a los próximos comicios, es decir, obligar al partido en el gobierno a convertirse en el partido único, como en Cuba. Antes del referendo, este había sido el peligro que la oposición denunciaba nacional e internacionalmente. A partir de ese momento habían decidido hacerse a sí mismos, víctimas de un partido único y una futura dictadura que ellos mismos estaban intentando crear y alimentar.
A dos semanas de los comicios regionales Alfredo Peña, el alcalde metropolitano de Caracas y una de las figuras más emblemáticas de la oposición renuncia a presentarse en las elecciones porque “el gobierno quiere que participemos en las elecciones para que validemos el fraude”[9]. La renuncia de Alfredo Peña coincide con una caída de sus posibilidades de ganar las elecciones. El diario “Ultimas Noticias” a finales de septiembre sostiene que Alfredo Peña tendría 23% de los potenciales votos contra el 52% de su contrincante, Juan Barreto[10].
Después de esta táctica por parte de un sector de la oposición vale preguntarnos ¿qué fue de esos cuatro millones de electores de tres meses antes de las elecciones regionales? Nada nos hace pensar que pocos días antes de dichas elecciones no sean menos.
Muchos de ellos no irán a votar porque, para ellos, la credibilidad en el sistema electoral está por el suelo, y ello gracias al mensaje que escucharon durante más de dos meses cuyo único contenido era el inminente “mega fraude”. Otros de esos electores que, en otrora, fueron cuatro millones estarán simplemente divididos y la adición de sus votos no será seguramente fiel al resultado de la oposición durante el referendo del 15 de agosto. Además, está el hecho que los comicios regionales siempre han atraído menos electores que los presidenciales.
Teniendo en cuenta que para el 31 de octubre los votos opositores serán mucho menos y, sobre todo, que sus dirigentes están más que conscientes de ello, esta nueva táctica de no presentarse a las elecciones resulta más un medio para salvar lo insalvable que una real propuesta política. El no presentarse es a la vez un paleativo contra la derrota del referendo y un acto de orgullo al darse ellos cuenta que no se hizo lo que se debió hacer con esos cuasi cuatro millones de electores.
Las campanas sonaron más tarde que temprano para la oposición y la actitud antidemocrática inaugurada por el alcalde de Caracas, Alfredo Peña, fue negada por gran parte de sus filas. Las reacciones comenzaron. Los diputados de la oposición agrupados en el Bloque de Autonomía Parlamentaria de la Asamblea Nacional, integrado por representantes del MAS, Proyecto Venezuela y OFM, hicieron un llamado a ejercer el derecho al voto[11]. Entre otros, también Manuel Rosales, uno de los pocos gobernadores opositores que saldrían triunfadores en las elecciones del 31 de octubre, no dudó en invitar a todos los venezolanos a votar. Según éste “sería un gran error” no participar en las elecciones[12].
Aunque con retraso, la campaña de una gran parte de la oposición comenzó. Durante los días previos a las elecciones sus miembros improvizaron demisiones y cambios de candidatura para tratar de crear bloques de unión contra los contrincantes chavistas. Pocos días antes de las regionales una pregunta surgía casi espontáneamente: ¿lo lograrán? Y de no ser así, ¿qué pensar de una nueva denuncia de fraude regional o nacional una vez finalizados los comicios?
Pero ¿quiénes son al fin y al cabo aquellos que, por parte de la oposición, desean participar en las regionales y quiénes no? La respuesta puede ser buscada en la democracia misma y a través de otra pregunta: ¿cuál es la parte de la oposición que ha sido elegida y que ocupa cargos representativos? El gobernador del Estado Zulia y su partido, Un nuevo tiempo, es uno de ellos, también algunos elegidos de Acción Democrática (AD), el primer partido de la oposición. Partidos como estos quieren ir a elecciones porque, para ellos, lo contrario le costaría representantes electos en varias partes del país. La gran mayoría de los opositores que no quieren ir a elecciones, nunca o casi nunca han sido elegidos o, al menos, no en las mismas proporciones que los primeros. Ellos simplemente no tienen nada que perder. La democracia no está a su favor.
Los comicios se celebraron con toda tranquilidad aunque gran parte de la oposición ya se sabía perdedora desde días antes[13].
La abstención en las regionales ganó terreno en comparación con la abstención registrada durante el referendo. Pero, a pesar de ello, ésta se mantuvo estable en relación con las cifras de los comicios regionales del pasado: el total nacional fue de 54,27%[14].
De todas maneras el fenómeno de la abstención del pasado 31 de octubre y su incremento en relación con el referendo es comprensible a partir de dos motivos fundamentales. El primero, que ya habíamos mencionado, está relacionado con la naturaleza misma de las elecciones regionales las cuales parecen no atraer mucho a los venezolanos. Pero existe otra razón mucho más grave y peligrosa cuyas causas y consecuencias deberían ser analizadas de una manera mucho más exhaustiva en un espacio y tiempo diferente al de este breve artículo. Nos referimos al mensaje político de una parte de la oposición que no se cansó de invitar a los venezolanos a no votar, contradiciendo de esta manera a la democracia, el sistema hasta ahora más plausible que nos proporciona la sociedad para ponernos de acuerdo. ¿Hasta qué punto la abstención del pasado 31 de octubre fue propiciada por entes políticos perteneciente a la oposición?
Claro está, la responsabilidad de la abstención no puede ser limitada a la actuación de la oposición. Existe otro elemento capital que tiene que ver con el chavismo como fenómeno político de masas. Dicho elemento puede ser simbolizado en una pregunta: ¿El chavismo se resume en Chávez? Las cifras de abstención también nos muestran que no todos aquellos que siguen a Chávez en el plano nacional están, a su vez, dispuestos a seguir a un gobernador o alcalde de su mismo partido político en el plano regional. Como lo muestra un diario venezolano cercano de la oposición: “Se quedaron en casa 3.220.388 que votaron no”, es decir votantes que durante el referendo optaron porque Chávez continuara en el poder[15].
De todas maneras los resultados saltan a la vista y dan razón al modo en el cual los opositores y los chavistas prepararon la cita electoral del 31 de octubre del 2004. Ganó la fracción política que dedicó más tiempo en convencer a los electores de ir votar, y de hacerlo por ellos: “El avasallador triunfo que logró la coalisión del presidente Hugo Chávez en las elecciones regionales convirtió al ‘chavismo’ en la mayor fuerza política del país con dominio sobre el ejecutivo, el congreso y las gobernaturas, incluyendo la capital”[16]. De los 23 Estados que componen el país, la coalición de Hugo Chávez logró ganar 21. Hoy día la coalición opositora controla sólo dos estados y en la Asamblea Nacional posee únicamente el 45%[17].
A la luz de las páginas anteriores podemos entender entonces este resultado. Como lo afirmamos al inicio, saber lo que “la oposición” y lo que “el chavismo” hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en las elecciones regionales nos hace, sin duda alguna, interpretar de manera más seria y respetuosa (con relación a los electores) los resultados de dichas elecciones venezolanas. El maniqueísmo queda injustificado.
Es de notar que los resultados de las regionales del 2004 en Venezuela, desde el punto de vista cuantitativo, es casi idéntico a aquél que Francia obtuvo en las elecciones regionales del mismo año donde “la izquierda ganó 20 de las 22 regiones metropolitanas... y donde con más del 50% de los votos, el partido socialista y sus aliados superaron a la derecha y su 37% de votos”[18].
Pero se debe recalcar que las razones de este enorme triunfo de la izquierda francesa en nada asemejan a las razones del triunfo de la coalición dirigida por Hugo Chávez.
El voto mayoritario que durante ese 28 de marzo del 2004 los electores franceses ofrecieron a la izquierda de su país fue un “voto de protesta” contra el gobierno de Jacques Chirac, electo presidente por la segunda vez el 5 de mayo del 2002: las medidas sociales que el presidente francés estaba poniendo en práctica desde hacía años, no eran aceptadas por la mayoría de los electores. Por el contrario, en Venezuela el triunfo de Hugo Chávez Frías puede ser catalogado como un “voto de re-confirmación”, tras su elección como presidente de Venezuela el 6 de diciembre de 1998 y su confirmación en el cargo a través del referendo del 15 de agosto del 2004.
Una conclusión apresurada, que muchos han extraído de esta importante derrota de la oposición venezolana, es que hoy el país no posee una verdadera oposición democrática contra Hugo Chávez y su coalición. La conclusión hubiera podido ser acertada si el 31 de octubre no hubiera sido precedido por el referendo del 15 de agosto: hasta la primera de las fechas la oposición había demostrado ser fuerte gracias a los 4 millones de votos que obtuvo. Los resultados de estos dos comicios nos hablan más bien de una oposición que no supo hacer su trabajo, que no convenció al electorado y que, incluso, lo alejó.
¿Dónde encontrar entonces los elementos para una interpretación plausible de una oposición venezolana que hoy día aleja a sus seguidores, que parece no estar preparada para ocupar el lugar que le corresponde y para ejercer su responsabilidad de contraposición del poder?
La respuesta a esta pregunta no puede ser dada sin una aclaratoria puntual sobre la historia democrática venezolana la cual desde su inicio, con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, ha experimentado una oposición política más bien ambigüa. La raíz de este hecho se encuentra en el célebre Pacto de Punto Fijo que, como el mismo lo estipula, fue “un acuerdo de unidad y cooperación” entre Acción Democrática (AD), Copei y Unión República Democrática. En realidad este pacto fue la fundación, a partir del 31 de octubre de 1958, de un bipartidismo fundado en la alternancia del poder y encabezado por los dos primeros partidos citados, y que duraría hasta 1998, año en el que, por primera vez, gana un partido alternativo (el MVR de Hugo Chávez). Antes de esta fecha no podemos hablar de verdadera oposición política en Venezuela.
Hoy día la oposición, contraria al MVR y a su coalición, está demostrando ser, todavía, víctima del Pacto de Punto Fijo: ella no parece tener armas para arrastrar a las masas, para hablarle al pueblo, para convencerlo de sus fines políticos. Y, no está de más decirlo: esta es la responsabilidad que tienen los partidos políticos en el juego democrático. (Lo contrario sería la utilización de métodos anti-democráticos para la obtención del poder).
Cabe entonces preguntarnos ¿no será acaso víctima la oposición venezolana de, eso que hemos querido llamar, “el síndrome del bipartidismo”? Es decir, el síndrome de ciertos partidos y estructuras políticas que, por no estar acostumbradas a perder (realmente) las elecciones y el poder en el pasado, no saben hablarle a sus electores en el presente.
Tomar en cuenta dicho síndrome como clave de lectura del “impasse venezolano” podría acaso hacernos pensar desde otra óptica sus características fundamentales: una óptica, a la vez, menos maniqueísta, y menos centrada en la figura de Hugo Chávez Frías. El reto democrático que debe enfrentar hoy día Venezuela para terminar de constituirse como paradigma de una verdadera democracia está en la creación de una sociedad fundada en una real confrontación política de sus partes.
No se debe olvidar que la condición necesaria del sistema democrático es la existencia de una oposición sana y viva. Y, al fin y al cabo, no hay que dejar de ser realistas pidiendo demasiado a Hugo Chávez: jamás ha sido el trabajo democrático de ningún gobierno el de crear y organizar a su propia oposición.
[1] Dichos bandos están conformados por aquellos que apoyan el proceso de fuertes reformas sociales dirigidas por el presidente Hugo Chávez, representado fundamentalmente por el partido MVR y su coalición (“los chavistas”); y por sus contrincantes (“los opositores”), constituídos por los partidos tradicionales de los cuarenta años anteriores (AD y COPEI) y por una unión inusual de otros partidos que van desde la extrema izquierda (Bandera roja) hasta la derecha conservadora (Primero justicia). La oposición venezolana está formada por una colación cuyo nombre es la Coordinadora Democrática (CD).
[2] Por primera vez en la historia de la democracia se le permite a los votantes revocar el mandato de sus representantes electos una vez transcurrida la mitad de su mandato. Según el artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela del 1999 « todos los cargos y magistraturas de la elección popular son revocables. Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato. Cuando igual o mayor número de electores o electoras que eligieron al funcionario o funcionaria hubieren votado a favor de la revocatoria, siempre que haya concurrido al referendo un número de electores y electoras igual o superior al veinticinco por ciento de los electores y electoras inscritos, se considerará revocado su mandato y se procederá de inmediato a cubrir la falta absoluta conforme a lo dispuesto en esta constitución y la ley ».
[3] “Oposición desconocerá resultados del referendo alegando fraude”. “Temas Venezuela”, 25 de junio del 2004.
http://www.temas.com.ve/modules.php?name=News&file=article&sid=1017
[4] « Postura de EE.UU. por referendo en Venezuela altera relaciones”: “La declaración del subsecretario de Estado
Roger Noriega de que Estados Unidos no será indiferente al referendo sobre el recorte del mandato del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, alteró nuevamente las relaciones entre ambos países”. “Moun.com”, 9 de septiembre del 2003. http://www.moun.com/Articles/sep2003/9-9-9.htm
[5] “Cómo explicar el triunfo de Chávez en el revocatorio presidencial”: “El oficialismo, apuntalado por los porcentajes, exaltó afanosamente las encuestas durante el lapso electoral. La oposición, contrariamente, desmereció sus resultados, y a partir del supuesto voto oculto, difícilmente detectable por las encuestas, cuestionó la capacidad reveladora de las mediciones que antes aplaudió”. “El Universal”, 29 de agosto del 2004. http://www.eluniversal.com/2004/08/29/pol_art_29184A.shtml
[6] “Estados Unidos admitió la victoria del presidente Hugo Chávez en el referendo del pasado domingo”. “BBC”, 17
de agosto del 2004. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_3574000/3574600.stm
[7] “MINCI”, http://www.minci.gov.ve/reportajes.asp?id=76
[8] “La oposición venezolana acude dividida a las elecciones regionales”: “La oposición venezolana acude dividida, sin
proyecto común ni dirigentes de talla, a las elecciones regionales del próximo día 31, que según los sondeos van a
otorgar más poder al presidente Hugo Chávez”. “La Vanguardia”, 18 de octubre del 2004.
http://www.lavanguardia.es/res/20041018/51166453499.html?urlback=http%3A%2F%2Fwww%2Elavanguardia%
2Ees%2Fweb%2F20041018%2F51166453499%2Ehtml
[9] “Radio Nacional de Venezuela” (RNV), 16 de octubre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=2&t=9370
[10] “Radio Nacional de Venezuela” (RNV) 27 de septiembre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=2&t=8863
[11] “Radio nacional de Venezuela” (RNV), 16 de octubre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=10&t=9626
[12] “El Universal”, 26 de octubre del 2004. http://www.eud.com/2004/10/26/ereg_ava_26A501939.shtml
[13] “‘Este es un gol cantado. La oposición dividida va a reducir sus espacios. El gobierno acude en bloque a la elección’, afirma Heydra,
diputado por el único estado, Nueva Esparta, en el cual las proyecciones señalan que la oposición sustituirá a una
administración chavista”. Claudia Jardín, “Red Voltaire”, 29 de octubre del 2004.
http://www.redvoltaire.net/article2591.html
[14] “Se mantuvo cifra histórica de abstención en comicios regionales del 31 de octubre”. “Consejo Nacional
Electoral” (CNE), 8 de noviembre del 2004. http://www.cne.gov.ve/notideta.asp?id=474
[15] “El Universal”, 8 de noviembre del 2004. http://politica.eluniversal.com/2004/11/08/pol_art_08182A.shtml
[16] “AGM News”, 2 de noviembre del 2004. http://www.agmnews.com/noticias/main.cfm?notc=35722
[17] “El Universal”, 8 de noviembre del 2004. http://www.eluniversal.com/2004/11/08/pol_art_08182A.shtml
[18] “Liberation”, 2 de abril del 2004. en “INFOGRAPHIE ANIMEE. Tous les résultats, les 1722 élus des 22 régions
métropolitaines”. http://www.liberation.fr/page.php?Rubrique=REGIONALES Traducción nuestra.
Más allá del maniqueísmo con el que suele interpretarse la situación política de Venezuela, se puede encontrar en la misma aspectos muy precisos que hablan de una democracia despierta, participativa. Dicha democracia puede percibirse, primero que todo, a través de la existencia de una heterogeneidad política simbolizada por dos bandos, diferentes entre ellos[1], que escapan del usual bipartidismo. Dichos bandos, el 15 de agosto del 2004, se enfrentaron en el campo democrático de un referendo, único en su género[2], para decidir si, una vez llegado a la mitad del mandato, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías continuaría o no en su cargo.
Las condiciones y el resultado de dicho referendo parecían ser un estímulo electoral para afianzar las bases democráticas. Sobre todo en vista de la cita electoral posterior al mismo. Dos fechas importantes para la democracia venezolana se unían entre ellas para servir de medidor empírico de las verdaderas tendencias políticas del país: el referendo del 15 de agosto y las elecciones regionales del 31 de octubre del 2004.
Más allá de los resultados de estas dos contiendas electorales, eso que nos interesa es mostrar el modo en el que las dos partes políticas, antitéticas entre sí, se prepararon para la última de las citas. Saber lo que “la oposición” y lo que “el chavismo” hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en las elecciones regionales es acaso más interesante que seguir pensando de forma maniqueísta que el uno perdió y el otro ganó por un somero fraude electoral, o que los unos son fascistas y los otros comunistas.
Aunque no lo parezca, ciertas democracias de Suramérica, como es el caso de Venezuela (por el fervor participativo y por la pluralidad de tendencias políticas) se presentan hoy día como los nuevos paradigmas de la democracia en el planeta. No es así para un puñado de países del “primer mundo”, que quieren prodigar al planeta lecciones de democracia: países donde no existe realmente una derecha y una izquierda (Estados Unidos), donde la máxima autoridad del gobierno posee en sus manos todos los canales televisivos del país (Italia) o, incluso, donde la democracia existente dentro de sus fronteras está fundada en el sostenimiento y la explotación de dictaduras de otros países a través de la venta de armas, el control militar y el neo-colonialismo (Estados Unidos, Inglaterra o Francia).
¿Qué ocurrió entonces entre agosto y octubre del 2004 en ese que hemos llamado uno de los paradigmas democráticos del planeta? Respondiendo a esta pregunta intentaremos mostrar que, de hecho, el reto para el éxito de ese fenómeno político y social que es hoy día Venezuela se encuentra en la gestión de esa (verdadera) pluralidad de tendencias políticas.
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Después de una controversial recolección de firmas para llevar a cabo un referendo revocatorio contra el presidente electo, la oposición venezolana consigue sus fines y el 15 de agosto del 2004 el pueblo es llamado a revocar al presidente Hugo Chávez.
No se puede dejar de mencionar que si Hugo Chávez fuese revocado, podría presentarse a las elecciones que se celebrarían poco tiempo después. En este caso, difícilmente podría perder, visto que la oposición venezolana, como ya lo mencionamos, está compuesta por partidos heterogéneos entre sí que van desde la extrema izquierda hasta la derecha conservadora. Es difícil pensar que todos aquellos que estarían de acuerdo en revocar a Chávez, estarían a su vez de acuerdo por un candidato único que ocupe su lugar.
La oposición finalmente pudo ir al revocatorio ya que logró conseguir las firmas del 20% del cuerpo de electores, hecho que alimentó una seguridad en sus posibilidades que todos los venezolanos pudieron percibir en ese entonces
En diferentes comunicados la oposición dejó en claro que el único resultado que aceptaría sería aquél que no fuese contra la desición del pueblo venezolano que, para ella, se resumía en la revocatoria del presidente[3]. El gobierno de los Estados Unidos en diversas declaraciones dio a entender que en relación al referendo venezolano no sería “espectador desinteresado”[4].
El referendo se llevó a cabo y Venezuela demostró que, desde el punto de vista de los electores, la situación no es tan crítica, violenta y desesperada como los medios de comunicación nacionales e internacionales la presentan. Tanto de un lado como del otro, los ciudadanos, invitados por sus organizaciones y partidos políticos, se despertaron a las cuatro, tres, y hasta las dos de la mañana para ir a votar. Ello trajo como consecuencia que a las seis de la mañana, gran parte de la población votante estuviera ya en largas colas para ejercer su derecho democrático.
El ambiente era más bien cálido, de fiesta. El inesperado flujo de votantes hizo que el proceso se retrasara y muchos de los electores tuvieron que esperar hasta la madrugada del día venidero para votar. Ni los chavistas ni los anti-chavistas desistieron en hacer escuchar su voz a través del voto. Estuvieron en esas colas hasta el final.
Una de las condiciones necesarias para que el voto de todos esos ciudadanos fuera válido y se pudiera llevar a cabo en las mejores circunstancias posibles era la presencia de observadores internacionales. Así fue. Acuerdos fueron pactados durante las semanas anteriores al referendo, y ese 15 de agosto estuvo amparado por la presencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Centro Carter (invitado por la oposición) y un grupo de reconocidas figuras del periodismo y la política internacional. La palabra final estaba en dichos invitados: sus conclusiones positivas o negativas en relación a la votación serían la condición necesaria de la validez del referendo.
Fue una noche larga para los dos bandos. Tanto uno como el otro se daba como vencedor y las encuestas de los días y semanas anteriores que daban como vencedora la confirmación del presidente Chávez en nada determinaban las esperanzas de los votantes opositores[5]. En política nada está escrito.
Sólo a las tres de la mañana, después de una reunión con los observadores internacionales, los resultados fueron revelados. La oposición había conseguido un número muy grande de votos: alrededor de cuatro millones de votos (3.989.008, es decir el 40.63%) contra el cargo del presidente Chávez. Pero los votos que aceptaban su permanencia en el poder eran más: casi seis millones de votos (5.800.629, es decir el 59.09%). Los opositores eran muchos. Pero aún no la mayoría.
Las condiciones estaban dadas para que las próximas elecciones (regionales) que se celebrarían en el octubre venidero, casi tres meses después, fueran cerradas, y para que cada uno de los campos comenzara una campaña electoral sin precedentes: los chavistas para consolidar su resultado, y los opositores para lograr aprovechar esos cuatro millones de votos, transformándolos en gobernaciones, alcaldías, diputados y concejos legislativos regionales ganados.
Además, ganarles algunos de esos casi seis millones de votos al chavismo, no estaba descartado. Era evidente que durante el referendo esos seis millones se pronunciaron únicamente por un “sí” o un “no”, y que acaso ciertos estarían por la permanencia de Chávez en el poder por razones muy diferentes entre ellas: porque la oposición no presentó un plan de gobierno que les convenciera, porque la oposición en ningún momento propuso a un posible candidato único, porque finalmente la propuesta fundamental de la oposición no era formulada de forma positiva/afirmativa sino más bien negativa/exclusiva, “fuera Chávez”...
Todo ello no quería decir en lo absoluto que algunos de esos seis millones de votos no fueran recuperables. Acaso uno de esos electores podría estar por un gobernador o un alcalde presente en su región y opositor de Chávez. El futuro voto de ese 31 de octubre estaba entonces libre de la amplitud de un voto nacional y de restricciones tan fuertes y dogmáticas como son las de escoger entre un “sí” o un “no”.
***
La oposición cumplió con sus advertencias y, en rueda de prensa, no dudó en decretar el referendo como un “mega-fraude”. De opinión diferente era la OEA, el Centro Carter y el resto de los observadores internacionales presentes en el país.
Cumpliendo con las leyes electorales, la oposición venezolana exigió una auditoría a través de la cual el Consejo Nacional Electoral (CNE) recontaría los votos. La misma fue aceptada. Lo paradójico de la situación fue que, una vez acordada la auditoría, la oposición la negó. Los representantes de la oposición no se presentaron en el lugar y a la hora en los cuales el CNE y los observadores traducían su petición en hechos.
Los ojos de todos estaban fijados en el gobierno de Bush, afín a la oposición y contrario al gobierno de Chávez. Dicho gobierno esperó un cierto tiempo para ver qué ocurría antes de pronunciarse. Nada ocurrió. También ellos aceptaban los resultados y, con estos, tantos otros países[6]. Contrariamente a lo que había pasado hasta ahora, la comunidad internacional de los países occidentales miraba con ojos democráticos al gobierno de Hugo Chávez Frías[7].
Una gran parte de los dirigentes de la oposición contraria al gobierno de Hugo Chávez dio como un hecho la victoria en el referendo, y así lo dio a conocer a sus seguidores. Según ellos, éste era el único resultado posible, y hoy día para muchos lo sigue siendo. Una vez que los dirigentes de la oposición se enfrentaron a la realidad, el juego democrático pareció no bastarles para concretizar el único fin que, hasta ahora, habían comunicado a los venezolanos: ¡fuera Chávez!
Sin pruebas concretas la oposición continuó gritando fraude, y sus afirmaciones del pasado, contra eso que llamaba la dictadura venezolana, se le derrumbaban encima.
El tiempo estaba pasando y las futuras elecciones regionales se acercaban de más en más: aquellos que habían obtenido algunas semanas antes cuatro millones de votos, continuaban en su posición que se resumía en “nosotros ganamos, nos robaron nuestros votos”.
Una parte de la oposición, consciente de que el tiempo estaba pasando y de que no habían comenzado ninguna suerte de campaña que no fuera la que denunciaba el fraude, decidió separarse de la línea dominante sin perder la cara: “hubo fraude, pero igual vamos a las regionales”[8]. Comenzaron entonces su campaña política.
El partido de Chávez en el poder y sus allegados políticos habían comenzado la campaña prácticamente el día después del referendo: desde las grandes ciudades hasta los pueblos más perdidos de la costa y los andes se escuchaban las consignas por las gobernaciones o alcaldías chavistas.
Venezuela estaba siendo entonces testigo de una nueva división hasta ahora inédita entre los chavistas, los opositores en campaña y los opositores que continuaban denunciando el presunto fraude. Estos últimos, por no tener propuestas en relación a las venideras elecciones regionales, decidieron tener una: no presentarse a los próximos comicios, es decir, obligar al partido en el gobierno a convertirse en el partido único, como en Cuba. Antes del referendo, este había sido el peligro que la oposición denunciaba nacional e internacionalmente. A partir de ese momento habían decidido hacerse a sí mismos, víctimas de un partido único y una futura dictadura que ellos mismos estaban intentando crear y alimentar.
A dos semanas de los comicios regionales Alfredo Peña, el alcalde metropolitano de Caracas y una de las figuras más emblemáticas de la oposición renuncia a presentarse en las elecciones porque “el gobierno quiere que participemos en las elecciones para que validemos el fraude”[9]. La renuncia de Alfredo Peña coincide con una caída de sus posibilidades de ganar las elecciones. El diario “Ultimas Noticias” a finales de septiembre sostiene que Alfredo Peña tendría 23% de los potenciales votos contra el 52% de su contrincante, Juan Barreto[10].
Después de esta táctica por parte de un sector de la oposición vale preguntarnos ¿qué fue de esos cuatro millones de electores de tres meses antes de las elecciones regionales? Nada nos hace pensar que pocos días antes de dichas elecciones no sean menos.
Muchos de ellos no irán a votar porque, para ellos, la credibilidad en el sistema electoral está por el suelo, y ello gracias al mensaje que escucharon durante más de dos meses cuyo único contenido era el inminente “mega fraude”. Otros de esos electores que, en otrora, fueron cuatro millones estarán simplemente divididos y la adición de sus votos no será seguramente fiel al resultado de la oposición durante el referendo del 15 de agosto. Además, está el hecho que los comicios regionales siempre han atraído menos electores que los presidenciales.
Teniendo en cuenta que para el 31 de octubre los votos opositores serán mucho menos y, sobre todo, que sus dirigentes están más que conscientes de ello, esta nueva táctica de no presentarse a las elecciones resulta más un medio para salvar lo insalvable que una real propuesta política. El no presentarse es a la vez un paleativo contra la derrota del referendo y un acto de orgullo al darse ellos cuenta que no se hizo lo que se debió hacer con esos cuasi cuatro millones de electores.
Las campanas sonaron más tarde que temprano para la oposición y la actitud antidemocrática inaugurada por el alcalde de Caracas, Alfredo Peña, fue negada por gran parte de sus filas. Las reacciones comenzaron. Los diputados de la oposición agrupados en el Bloque de Autonomía Parlamentaria de la Asamblea Nacional, integrado por representantes del MAS, Proyecto Venezuela y OFM, hicieron un llamado a ejercer el derecho al voto[11]. Entre otros, también Manuel Rosales, uno de los pocos gobernadores opositores que saldrían triunfadores en las elecciones del 31 de octubre, no dudó en invitar a todos los venezolanos a votar. Según éste “sería un gran error” no participar en las elecciones[12].
Aunque con retraso, la campaña de una gran parte de la oposición comenzó. Durante los días previos a las elecciones sus miembros improvizaron demisiones y cambios de candidatura para tratar de crear bloques de unión contra los contrincantes chavistas. Pocos días antes de las regionales una pregunta surgía casi espontáneamente: ¿lo lograrán? Y de no ser así, ¿qué pensar de una nueva denuncia de fraude regional o nacional una vez finalizados los comicios?
Pero ¿quiénes son al fin y al cabo aquellos que, por parte de la oposición, desean participar en las regionales y quiénes no? La respuesta puede ser buscada en la democracia misma y a través de otra pregunta: ¿cuál es la parte de la oposición que ha sido elegida y que ocupa cargos representativos? El gobernador del Estado Zulia y su partido, Un nuevo tiempo, es uno de ellos, también algunos elegidos de Acción Democrática (AD), el primer partido de la oposición. Partidos como estos quieren ir a elecciones porque, para ellos, lo contrario le costaría representantes electos en varias partes del país. La gran mayoría de los opositores que no quieren ir a elecciones, nunca o casi nunca han sido elegidos o, al menos, no en las mismas proporciones que los primeros. Ellos simplemente no tienen nada que perder. La democracia no está a su favor.
Los comicios se celebraron con toda tranquilidad aunque gran parte de la oposición ya se sabía perdedora desde días antes[13].
La abstención en las regionales ganó terreno en comparación con la abstención registrada durante el referendo. Pero, a pesar de ello, ésta se mantuvo estable en relación con las cifras de los comicios regionales del pasado: el total nacional fue de 54,27%[14].
De todas maneras el fenómeno de la abstención del pasado 31 de octubre y su incremento en relación con el referendo es comprensible a partir de dos motivos fundamentales. El primero, que ya habíamos mencionado, está relacionado con la naturaleza misma de las elecciones regionales las cuales parecen no atraer mucho a los venezolanos. Pero existe otra razón mucho más grave y peligrosa cuyas causas y consecuencias deberían ser analizadas de una manera mucho más exhaustiva en un espacio y tiempo diferente al de este breve artículo. Nos referimos al mensaje político de una parte de la oposición que no se cansó de invitar a los venezolanos a no votar, contradiciendo de esta manera a la democracia, el sistema hasta ahora más plausible que nos proporciona la sociedad para ponernos de acuerdo. ¿Hasta qué punto la abstención del pasado 31 de octubre fue propiciada por entes políticos perteneciente a la oposición?
Claro está, la responsabilidad de la abstención no puede ser limitada a la actuación de la oposición. Existe otro elemento capital que tiene que ver con el chavismo como fenómeno político de masas. Dicho elemento puede ser simbolizado en una pregunta: ¿El chavismo se resume en Chávez? Las cifras de abstención también nos muestran que no todos aquellos que siguen a Chávez en el plano nacional están, a su vez, dispuestos a seguir a un gobernador o alcalde de su mismo partido político en el plano regional. Como lo muestra un diario venezolano cercano de la oposición: “Se quedaron en casa 3.220.388 que votaron no”, es decir votantes que durante el referendo optaron porque Chávez continuara en el poder[15].
De todas maneras los resultados saltan a la vista y dan razón al modo en el cual los opositores y los chavistas prepararon la cita electoral del 31 de octubre del 2004. Ganó la fracción política que dedicó más tiempo en convencer a los electores de ir votar, y de hacerlo por ellos: “El avasallador triunfo que logró la coalisión del presidente Hugo Chávez en las elecciones regionales convirtió al ‘chavismo’ en la mayor fuerza política del país con dominio sobre el ejecutivo, el congreso y las gobernaturas, incluyendo la capital”[16]. De los 23 Estados que componen el país, la coalición de Hugo Chávez logró ganar 21. Hoy día la coalición opositora controla sólo dos estados y en la Asamblea Nacional posee únicamente el 45%[17].
A la luz de las páginas anteriores podemos entender entonces este resultado. Como lo afirmamos al inicio, saber lo que “la oposición” y lo que “el chavismo” hizo o dejó de hacer para perder o salir victorioso en las elecciones regionales nos hace, sin duda alguna, interpretar de manera más seria y respetuosa (con relación a los electores) los resultados de dichas elecciones venezolanas. El maniqueísmo queda injustificado.
Es de notar que los resultados de las regionales del 2004 en Venezuela, desde el punto de vista cuantitativo, es casi idéntico a aquél que Francia obtuvo en las elecciones regionales del mismo año donde “la izquierda ganó 20 de las 22 regiones metropolitanas... y donde con más del 50% de los votos, el partido socialista y sus aliados superaron a la derecha y su 37% de votos”[18].
Pero se debe recalcar que las razones de este enorme triunfo de la izquierda francesa en nada asemejan a las razones del triunfo de la coalición dirigida por Hugo Chávez.
El voto mayoritario que durante ese 28 de marzo del 2004 los electores franceses ofrecieron a la izquierda de su país fue un “voto de protesta” contra el gobierno de Jacques Chirac, electo presidente por la segunda vez el 5 de mayo del 2002: las medidas sociales que el presidente francés estaba poniendo en práctica desde hacía años, no eran aceptadas por la mayoría de los electores. Por el contrario, en Venezuela el triunfo de Hugo Chávez Frías puede ser catalogado como un “voto de re-confirmación”, tras su elección como presidente de Venezuela el 6 de diciembre de 1998 y su confirmación en el cargo a través del referendo del 15 de agosto del 2004.
Una conclusión apresurada, que muchos han extraído de esta importante derrota de la oposición venezolana, es que hoy el país no posee una verdadera oposición democrática contra Hugo Chávez y su coalición. La conclusión hubiera podido ser acertada si el 31 de octubre no hubiera sido precedido por el referendo del 15 de agosto: hasta la primera de las fechas la oposición había demostrado ser fuerte gracias a los 4 millones de votos que obtuvo. Los resultados de estos dos comicios nos hablan más bien de una oposición que no supo hacer su trabajo, que no convenció al electorado y que, incluso, lo alejó.
¿Dónde encontrar entonces los elementos para una interpretación plausible de una oposición venezolana que hoy día aleja a sus seguidores, que parece no estar preparada para ocupar el lugar que le corresponde y para ejercer su responsabilidad de contraposición del poder?
La respuesta a esta pregunta no puede ser dada sin una aclaratoria puntual sobre la historia democrática venezolana la cual desde su inicio, con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, ha experimentado una oposición política más bien ambigüa. La raíz de este hecho se encuentra en el célebre Pacto de Punto Fijo que, como el mismo lo estipula, fue “un acuerdo de unidad y cooperación” entre Acción Democrática (AD), Copei y Unión República Democrática. En realidad este pacto fue la fundación, a partir del 31 de octubre de 1958, de un bipartidismo fundado en la alternancia del poder y encabezado por los dos primeros partidos citados, y que duraría hasta 1998, año en el que, por primera vez, gana un partido alternativo (el MVR de Hugo Chávez). Antes de esta fecha no podemos hablar de verdadera oposición política en Venezuela.
Hoy día la oposición, contraria al MVR y a su coalición, está demostrando ser, todavía, víctima del Pacto de Punto Fijo: ella no parece tener armas para arrastrar a las masas, para hablarle al pueblo, para convencerlo de sus fines políticos. Y, no está de más decirlo: esta es la responsabilidad que tienen los partidos políticos en el juego democrático. (Lo contrario sería la utilización de métodos anti-democráticos para la obtención del poder).
Cabe entonces preguntarnos ¿no será acaso víctima la oposición venezolana de, eso que hemos querido llamar, “el síndrome del bipartidismo”? Es decir, el síndrome de ciertos partidos y estructuras políticas que, por no estar acostumbradas a perder (realmente) las elecciones y el poder en el pasado, no saben hablarle a sus electores en el presente.
Tomar en cuenta dicho síndrome como clave de lectura del “impasse venezolano” podría acaso hacernos pensar desde otra óptica sus características fundamentales: una óptica, a la vez, menos maniqueísta, y menos centrada en la figura de Hugo Chávez Frías. El reto democrático que debe enfrentar hoy día Venezuela para terminar de constituirse como paradigma de una verdadera democracia está en la creación de una sociedad fundada en una real confrontación política de sus partes.
No se debe olvidar que la condición necesaria del sistema democrático es la existencia de una oposición sana y viva. Y, al fin y al cabo, no hay que dejar de ser realistas pidiendo demasiado a Hugo Chávez: jamás ha sido el trabajo democrático de ningún gobierno el de crear y organizar a su propia oposición.
[1] Dichos bandos están conformados por aquellos que apoyan el proceso de fuertes reformas sociales dirigidas por el presidente Hugo Chávez, representado fundamentalmente por el partido MVR y su coalición (“los chavistas”); y por sus contrincantes (“los opositores”), constituídos por los partidos tradicionales de los cuarenta años anteriores (AD y COPEI) y por una unión inusual de otros partidos que van desde la extrema izquierda (Bandera roja) hasta la derecha conservadora (Primero justicia). La oposición venezolana está formada por una colación cuyo nombre es la Coordinadora Democrática (CD).
[2] Por primera vez en la historia de la democracia se le permite a los votantes revocar el mandato de sus representantes electos una vez transcurrida la mitad de su mandato. Según el artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela del 1999 « todos los cargos y magistraturas de la elección popular son revocables. Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato. Cuando igual o mayor número de electores o electoras que eligieron al funcionario o funcionaria hubieren votado a favor de la revocatoria, siempre que haya concurrido al referendo un número de electores y electoras igual o superior al veinticinco por ciento de los electores y electoras inscritos, se considerará revocado su mandato y se procederá de inmediato a cubrir la falta absoluta conforme a lo dispuesto en esta constitución y la ley ».
[3] “Oposición desconocerá resultados del referendo alegando fraude”. “Temas Venezuela”, 25 de junio del 2004.
http://www.temas.com.ve/modules.php?name=News&file=article&sid=1017
[4] « Postura de EE.UU. por referendo en Venezuela altera relaciones”: “La declaración del subsecretario de Estado
Roger Noriega de que Estados Unidos no será indiferente al referendo sobre el recorte del mandato del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, alteró nuevamente las relaciones entre ambos países”. “Moun.com”, 9 de septiembre del 2003. http://www.moun.com/Articles/sep2003/9-9-9.htm
[5] “Cómo explicar el triunfo de Chávez en el revocatorio presidencial”: “El oficialismo, apuntalado por los porcentajes, exaltó afanosamente las encuestas durante el lapso electoral. La oposición, contrariamente, desmereció sus resultados, y a partir del supuesto voto oculto, difícilmente detectable por las encuestas, cuestionó la capacidad reveladora de las mediciones que antes aplaudió”. “El Universal”, 29 de agosto del 2004. http://www.eluniversal.com/2004/08/29/pol_art_29184A.shtml
[6] “Estados Unidos admitió la victoria del presidente Hugo Chávez en el referendo del pasado domingo”. “BBC”, 17
de agosto del 2004. http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_3574000/3574600.stm
[7] “MINCI”, http://www.minci.gov.ve/reportajes.asp?id=76
[8] “La oposición venezolana acude dividida a las elecciones regionales”: “La oposición venezolana acude dividida, sin
proyecto común ni dirigentes de talla, a las elecciones regionales del próximo día 31, que según los sondeos van a
otorgar más poder al presidente Hugo Chávez”. “La Vanguardia”, 18 de octubre del 2004.
http://www.lavanguardia.es/res/20041018/51166453499.html?urlback=http%3A%2F%2Fwww%2Elavanguardia%
2Ees%2Fweb%2F20041018%2F51166453499%2Ehtml
[9] “Radio Nacional de Venezuela” (RNV), 16 de octubre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=2&t=9370
[10] “Radio Nacional de Venezuela” (RNV) 27 de septiembre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=2&t=8863
[11] “Radio nacional de Venezuela” (RNV), 16 de octubre del 2004.
http://www.rnv.gov.ve/noticias/index.php?act=ST&f=10&t=9626
[12] “El Universal”, 26 de octubre del 2004. http://www.eud.com/2004/10/26/ereg_ava_26A501939.shtml
[13] “‘Este es un gol cantado. La oposición dividida va a reducir sus espacios. El gobierno acude en bloque a la elección’, afirma Heydra,
diputado por el único estado, Nueva Esparta, en el cual las proyecciones señalan que la oposición sustituirá a una
administración chavista”. Claudia Jardín, “Red Voltaire”, 29 de octubre del 2004.
http://www.redvoltaire.net/article2591.html
[14] “Se mantuvo cifra histórica de abstención en comicios regionales del 31 de octubre”. “Consejo Nacional
Electoral” (CNE), 8 de noviembre del 2004. http://www.cne.gov.ve/notideta.asp?id=474
[15] “El Universal”, 8 de noviembre del 2004. http://politica.eluniversal.com/2004/11/08/pol_art_08182A.shtml
[16] “AGM News”, 2 de noviembre del 2004. http://www.agmnews.com/noticias/main.cfm?notc=35722
[17] “El Universal”, 8 de noviembre del 2004. http://www.eluniversal.com/2004/11/08/pol_art_08182A.shtml
[18] “Liberation”, 2 de abril del 2004. en “INFOGRAPHIE ANIMEE. Tous les résultats, les 1722 élus des 22 régions
métropolitaines”. http://www.liberation.fr/page.php?Rubrique=REGIONALES Traducción nuestra.
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