Miguel Á. Pérez Pirela
(Publicado en "Diario VEA" y "El Nacional")
¿Puede interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo? Ciertamente no fue un triunfo. Pero podría serlo.
Haber perdido tres millones de los siete millones que en el 2006 votaron por la Presidencia de Hugo Chávez es sin duda alguna una excelente oportunidad para una necesaria reflexión sobre las posibilidades e imposibilidades del movimiento socialista venezolano.
Movimiento que en los últimos años ha venido practicando una metodología deductiva que en honor a la verdad es suicidaría. Se habla de deducción cuando se va de lo general a lo particular, cuando las cosas nacen de arriba para abajo, cuando se parte del Estado, el Gobierno, el Partido para llegar a las bases. ¿Es ésta la mejor metodología para afrontar un socialismo fundado en las bases? Seguramente no.
Es deductivo un partido que desde el momento mismo de su nacimiento ya posee una suerte de órgano disciplinario. Y lo es porque a pesar de que hasta este momento sólo existen aspirantes al mismo en dicho ente disciplinario, existen figuras que parecen tener un rango de aspirante mayor: parecerían ser aspirantes al cuadrado.
Es deductivo un comando Zamora apadrinado en los comandos regionales por figuras del alto gobierno. Comando que parece de forma deductiva ir de lo general a lo particular al proponer nombres desde la centralidad capitalina del poder.
Es deductiva aquella lógica que prefiere darle buenas y gordas cifras al Poder Ejecutivo, en lugar de darle fuerza y protagonismo a los movimientos de base: es el caso de las exorbitantes cifras que manejamos de consejos comunales instituidos, de cooperativas nacidas, de simpatizantes del PSUV, de avenidas Bolívar, Lecuna y Universidad llenas a más no poder.
¿Dichos consejos comunales, cooperativas, aspirantes al PSUV, son frutos de una organización sentida, vivida, dolida de las comunidades de base?
Sí la respuesta fuese si, acaso siete millones de ciudadanos hubieran votado si. Sí la respuesta es no, se tiene que comenzar desde el mismo 3 de diciembre la instauración de una lógica y metodología inductiva. Es decir, una lógica que vaya de lo particular a lo general, que recupere los movimientos sociales de base que surgieron al calor del Caracazo del triunfo democrático de Hugo Chávez en el 1999, del 13 de abril del 2002, de las necesidades y prioridades propias de las comunidades.
Una lógica inductiva implica repensar el liderazgo de figuras desgastadas y deslegitimadas del ápice del chavismo, que nada tienen que ver con la figura presidencial la cual, no cabe duda, sigue teniendo un liderazgo indiscutible. Una lógica inductiva quiere decir, asumir la ardua responsabilidad de escoger de ahora en adelante los cuadros de la revolución desde lo particular, desde las bases, dejando de un lado la tentación de extraer cuadros de instancias deductivas como por ejemplo el gabinete que surgió a inicios de este año desde la Asamblea Nacional.
Ahora más que nunca el socialismo bolivariano debe ser coherente con los dos aspectos fundantes de la reforma a la constitución propuesta: no hay nada más inductivo que el poder popular y la geometría del poder.
Más de cuatro millones de venezolanos apoyaron dichas alternativas sociopolíticas. Es entonces responsabilidad del socialismo aplicar en la práctica un poder popular a partir de la reintegración de las bases en las decisiones, mecanismos y responsabilidades del poder. Es responsabilidad de la revolución llevar a la práctica una geometría del poder que se opone sin lugar a dudas a la centralidad de un poder que, debiendo ser popular, muchas veces es monopolizado por un centro hecho de figuras más que conocidas.
Ciertamente no pueden interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo. Pero vaya que podría serlo.
Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)
¿Puede interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo? Ciertamente no fue un triunfo. Pero podría serlo.
Haber perdido tres millones de los siete millones que en el 2006 votaron por la Presidencia de Hugo Chávez es sin duda alguna una excelente oportunidad para una necesaria reflexión sobre las posibilidades e imposibilidades del movimiento socialista venezolano.
Movimiento que en los últimos años ha venido practicando una metodología deductiva que en honor a la verdad es suicidaría. Se habla de deducción cuando se va de lo general a lo particular, cuando las cosas nacen de arriba para abajo, cuando se parte del Estado, el Gobierno, el Partido para llegar a las bases. ¿Es ésta la mejor metodología para afrontar un socialismo fundado en las bases? Seguramente no.
Es deductivo un partido que desde el momento mismo de su nacimiento ya posee una suerte de órgano disciplinario. Y lo es porque a pesar de que hasta este momento sólo existen aspirantes al mismo en dicho ente disciplinario, existen figuras que parecen tener un rango de aspirante mayor: parecerían ser aspirantes al cuadrado.
Es deductivo un comando Zamora apadrinado en los comandos regionales por figuras del alto gobierno. Comando que parece de forma deductiva ir de lo general a lo particular al proponer nombres desde la centralidad capitalina del poder.
Es deductiva aquella lógica que prefiere darle buenas y gordas cifras al Poder Ejecutivo, en lugar de darle fuerza y protagonismo a los movimientos de base: es el caso de las exorbitantes cifras que manejamos de consejos comunales instituidos, de cooperativas nacidas, de simpatizantes del PSUV, de avenidas Bolívar, Lecuna y Universidad llenas a más no poder.
¿Dichos consejos comunales, cooperativas, aspirantes al PSUV, son frutos de una organización sentida, vivida, dolida de las comunidades de base?
Sí la respuesta fuese si, acaso siete millones de ciudadanos hubieran votado si. Sí la respuesta es no, se tiene que comenzar desde el mismo 3 de diciembre la instauración de una lógica y metodología inductiva. Es decir, una lógica que vaya de lo particular a lo general, que recupere los movimientos sociales de base que surgieron al calor del Caracazo del triunfo democrático de Hugo Chávez en el 1999, del 13 de abril del 2002, de las necesidades y prioridades propias de las comunidades.
Una lógica inductiva implica repensar el liderazgo de figuras desgastadas y deslegitimadas del ápice del chavismo, que nada tienen que ver con la figura presidencial la cual, no cabe duda, sigue teniendo un liderazgo indiscutible. Una lógica inductiva quiere decir, asumir la ardua responsabilidad de escoger de ahora en adelante los cuadros de la revolución desde lo particular, desde las bases, dejando de un lado la tentación de extraer cuadros de instancias deductivas como por ejemplo el gabinete que surgió a inicios de este año desde la Asamblea Nacional.
Ahora más que nunca el socialismo bolivariano debe ser coherente con los dos aspectos fundantes de la reforma a la constitución propuesta: no hay nada más inductivo que el poder popular y la geometría del poder.
Más de cuatro millones de venezolanos apoyaron dichas alternativas sociopolíticas. Es entonces responsabilidad del socialismo aplicar en la práctica un poder popular a partir de la reintegración de las bases en las decisiones, mecanismos y responsabilidades del poder. Es responsabilidad de la revolución llevar a la práctica una geometría del poder que se opone sin lugar a dudas a la centralidad de un poder que, debiendo ser popular, muchas veces es monopolizado por un centro hecho de figuras más que conocidas.
Ciertamente no pueden interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo. Pero vaya que podría serlo.
Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)