miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Se ganó o se perdió el 2 de Diciembre?


Miguel Á. Pérez Pirela
(Publicado en "Diario VEA" y "El Nacional")

¿Puede interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo? Ciertamente no fue un triunfo. Pero podría serlo.
Haber perdido tres millones de los siete millones que en el 2006 votaron por la Presidencia de Hugo Chávez es sin duda alguna una excelente oportunidad para una necesaria reflexión sobre las posibilidades e imposibilidades del movimiento socialista venezolano.
Movimiento que en los últimos años ha venido practicando una metodología deductiva que en honor a la verdad es suicidaría. Se habla de deducción cuando se va de lo general a lo particular, cuando las cosas nacen de arriba para abajo, cuando se parte del Estado, el Gobierno, el Partido para llegar a las bases. ¿Es ésta la mejor metodología para afrontar un socialismo fundado en las bases? Seguramente no.
Es deductivo un partido que desde el momento mismo de su nacimiento ya posee una suerte de órgano disciplinario. Y lo es porque a pesar de que hasta este momento sólo existen aspirantes al mismo en dicho ente disciplinario, existen figuras que parecen tener un rango de aspirante mayor: parecerían ser aspirantes al cuadrado.
Es deductivo un comando Zamora apadrinado en los comandos regionales por figuras del alto gobierno. Comando que parece de forma deductiva ir de lo general a lo particular al proponer nombres desde la centralidad capitalina del poder.
Es deductiva aquella lógica que prefiere darle buenas y gordas cifras al Poder Ejecutivo, en lugar de darle fuerza y protagonismo a los movimientos de base: es el caso de las exorbitantes cifras que manejamos de consejos comunales instituidos, de cooperativas nacidas, de simpatizantes del PSUV, de avenidas Bolívar, Lecuna y Universidad llenas a más no poder.
¿Dichos consejos comunales, cooperativas, aspirantes al PSUV, son frutos de una organización sentida, vivida, dolida de las comunidades de base?
Sí la respuesta fuese si, acaso siete millones de ciudadanos hubieran votado si. Sí la respuesta es no, se tiene que comenzar desde el mismo 3 de diciembre la instauración de una lógica y metodología inductiva. Es decir, una lógica que vaya de lo particular a lo general, que recupere los movimientos sociales de base que surgieron al calor del Caracazo del triunfo democrático de Hugo Chávez en el 1999, del 13 de abril del 2002, de las necesidades y prioridades propias de las comunidades.
Una lógica inductiva implica repensar el liderazgo de figuras desgastadas y deslegitimadas del ápice del chavismo, que nada tienen que ver con la figura presidencial la cual, no cabe duda, sigue teniendo un liderazgo indiscutible. Una lógica inductiva quiere decir, asumir la ardua responsabilidad de escoger de ahora en adelante los cuadros de la revolución desde lo particular, desde las bases, dejando de un lado la tentación de extraer cuadros de instancias deductivas como por ejemplo el gabinete que surgió a inicios de este año desde la Asamblea Nacional.
Ahora más que nunca el socialismo bolivariano debe ser coherente con los dos aspectos fundantes de la reforma a la constitución propuesta: no hay nada más inductivo que el poder popular y la geometría del poder.
Más de cuatro millones de venezolanos apoyaron dichas alternativas sociopolíticas. Es entonces responsabilidad del socialismo aplicar en la práctica un poder popular a partir de la reintegración de las bases en las decisiones, mecanismos y responsabilidades del poder. Es responsabilidad de la revolución llevar a la práctica una geometría del poder que se opone sin lugar a dudas a la centralidad de un poder que, debiendo ser popular, muchas veces es monopolizado por un centro hecho de figuras más que conocidas.
Ciertamente no pueden interpretarse los resultados electorales del 2 de diciembre como un triunfo del socialismo. Pero vaya que podría serlo.

Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)

sábado, 1 de diciembre de 2007

El tempo del pensamiento y el tempo del pueblo

Miguel Ángel Pérez Pirela
(Prólogo a libro de Mario Sanoja, Monte Ávila Editores)

“La historia de la filosofía siempre ha sido el agente de poder dentro de la filosofía e incluso dentro del pensamiento. Siempre ha jugado un papel represor: ¿Cómo queréis pensar sin haber leído a Platón, Descartes, kant y Heidegger, y tal o tal libro sobre ellos? Formidable escuela de intimidación que fabrica especialistas del pensamiento, pero que logra también que todos los que permanecen fuera se ajusten tanto o más a esta especialidad de la que se burlan. Históricamente se ha construido una imagen del pensamiento llamada filosofía que impide que las personas piensen”.

G. Deleuse.


La historia, los hechos, el olvido

Se debe mirar atrás para saber el camino recorrido hasta aquí. Sólo entonces surge una dimensión más propicia para celebrar los triunfos y saber afrontar críticamente y con dignidad los fracasos. Es necesario detenerse y mirar el pasado, todos los pasados, en medio, justo en medio, de esta vorágine de hechos y contrahechos que caracterizan la historia reciente de Venezuela.
No es cierto, como suele afirmarse, que en una realidad tan atareada y veloz como la venezolana todo va tan rápido que ayer fue hace un año. Los venezolanos tenemos necesariamente que reencontrarnos con un tiempo más verdadero y menos fluctuante: ayer fue ayer, un mes fue hace un mes y hace 18 años fue El Caracazo.
Medir el tiempo a partir de los hechos es el método propicio para una memoria sabia. Medirlo de forma honesta, con sus hechos, con todos ellos. Palpando de esta forma el carácter paradójico de una memoria que, como dijo el poeta, está llena de olvidos. No podemos saber cómo llegamos hasta aquí si dejamos hechos flotando en el limbo del olvido nacional.
Un día tiene 24 horas. Una semana siete días. ¿Qué medida temporal tiene la historia reciente de Venezuela? La respuesta a esta pregunta pasa por el recuerdo de hechos insoslayables a la hora de pensar la Venezuela de hoy día. He aquí una de las vocaciones del presente libro.
De hecho, la historia reciente del país se mide en Caracazos, golpes y contragolpes, Universidades Bolivarianas, Misiones, Constituciones, Poderes Comunales, Soberanías…
La visión alterada que deja la aceleración extrema en la que vive el país, nos deja una especie de sublime cansancio cuyo más grande peligro es la falta de percepción de una realidad popular que corre más rápido que el pensamiento mismo.
Pero a ocho años del triunfo de la Revolución Bolivariana es hora de colocar la mirada en la memoria para recorrer con el espíritu el cómo, el cuándo y, sobre todo, el porqué llegamos y estamos aquí.
De la lectura de este libro resulta claro que “El humanismo socialista venezolano del siglo XXI” se presenta bajo la forma de un sistema coherente y compacto, pero evidentemente en construcción. Detenerse y ahondar en los hechos que lo conforman, en cada uno de ellos, armarlos y desarmarlos en tanto que sistema coherente es acaso el camino (methŏdus - μέθοδος) más idóneo para dar fe de su real envergadura.
De hecho, es un imperativo recordar que todo sistema está conformado por una serie de elementos unidos entre sí, y que cada elemento existe y posee una identidad sólo en estrecha relación con los otros elementos que lo conforman. En el presente texto Mario Sanoja no sólo nos da luces sobre los diferentes elementos que conforman ese sistema que llama “El humanismo socialista venezolano del siglo XXI”, sino que hace algo acaso más difícil: interrelaciona dichos elementos entre sí dando lugar a explicaciones de por qué un Caracazo conllevó a la creación de una Constitución vanguardista o por qué un Consejo Comunal está relacionado con la propiedad, o más aún, qué tiene que ver el monopolio mediático con las relaciones sociales de producción.

La forma, el fondo, lo popular

Sin duda alguna nos encontramos delante de un texto cuya forma no se puede pasar por alto. Delante del tan respetado lenguaje académico – que de tanto ser lenguaje en ocasione se vuelve idioma – difícil de hablar y hasta de pronunciar por la “gente común”, Sanoja escoge vestir sus ideas con una forma cuya sencillez esconde una evidente claridad del pensamiento.
No está de más acotar que la vorágine de hechos que sacuden la realidad venezolana ha dejado el tempo del pensamiento atrás, muy atrás. El pensamiento, de la realidad social y política venezolana, sólo percibe la polvareda que ésta deja a su paso. Los hechos van a una velocidad tal que han dejado el pensamiento con una preocupante sensación de lentitud.
¿Pero es acaso esto motivo suficiente para dejar de pensar o, más aún, hacer del pensamiento una herramienta sociopolítica caduca? Todo lo contrario.
El pensamiento que ha de generarse hoy día en nuestro país debe cambiar el tempo que hasta ahora lo caracterizaba. Como en una obra musical, el tempo del pensamiento venezolano debe adaptarse a la melodía y el tempo de los eventos. El tempo de un pueblo que no espera al intelectual que pensará lo que ha de hacerse.
Evidentemente ello implica una reconsideración, no sólo del tempo del pensamiento, sino también de su objeto de estudio y, sobre todo, de las herramientas teóricas que se utilizarán.
Es un hecho para todo pensador que habita en el ojo del huracán de hechos venezolanos que las herramientas teóricas que nos ha dejado la historia del pensamiento occidental en ocasiones son insuficientes, y hasta deformadoras, a la hora de interpretar en toda su magnitud el hic et nunc del siglo XXI venezolano.
Todo ello implica también un re-pensamiento de la forma, no sólo de pensar, sino también de transcribir dicho pensamiento en el blancor de las páginas de un libro. He aquí uno de los méritos del presente texto que, según palabras mismas de su autor al momento de presentármelo me refirió tajantemente: “este ensayo está dirigido hacia la gente común, no hacia la academia”.
Palabras que viniendo de un maestro de la academia resultan inquietantes e incluso subversivas. Delante de dicha afirmación por parte de tal personaje no queda otra cosa que tomar aire, y más aún valor, y lanzarse en la aventura de este texto iluminante.
Pero se debe confesar que el resultado de empresas como éstas no siempre es feliz, porque bien es sabido que algunas veces la forma (en este caso adaptada a la “gente común”), termina por disminuir el fondo de las ideas, haciendo de éstas algo tan superficial.
Este libro se escribió entonces entre dos peligros: por una parte el de la academia y su idioma hermético disponible sólo a algunos iniciados en la tradición del pensamiento occidental; y por otra el de un libro de forma simple y amena en cuyas líneas se ahogan las ideas e intuiciones más profundas.
Pues Mario Sanoja entra en semejante aprieto y sale airoso y ello gracias a su decisión: el maestro Sanoja en lugar de ser sofisticado surfista, con todo lo vistoso y galán de dicho icono, decidió ser pescador del Caribe.
El surfista, con sus movimientos espectaculares y sus gestos histriónicos se mantiene en la cresta de la ola, en la superficie. Por el contrario, el pescador en la calma y paciencia de su barca, penetra en las profundidades del mar, lo conoce y descubre en cada gesto. El surfista desconoce el mar. El pescador lo penetra, le ama, le teme.
Este libro posee por ello la dignidad de quien penetró durante meses mar adentro de forma silenciosa, paciente y tranquila, y hoy día nos trae el fruto de sus reflexiones, incursiones, y profundidades, de manera tan honesta y tan sencilla como quien ofrece un buen pargo a un pueblo con hambre de ideas pertinentes y claras sobre el humanismo socialista del siglo XXI que con acciones está construyendo día a día.

Caracas 2007